La educación secundaria generalmente está muy orientada a que sus alumnos alcancen altos logros académicos con miras a facilitar su ingreso a los estudios superiores, por lo que la mayor parte de las relaciones entre profesores y alumnos se concentran en los estudios. En este marco, el profesor se preocupa del control que ejerce sobre lo que los alumnos hacen, de su rol como instructor y el del alumno como aprendiz. Sin embargo, investigaciones educacionales como la de Moisés Tatar demuestran que los alumnos necesitan y esperan un vínculo más afectivo y de apoyo interpersonal por parte de sus profesores, y solo aquellos que se los proveen se llegan a convertir en figuras significativas para sus vidas.
Cabe señalar que estas huellas no siempre son positivas. No pocos alumnos recuerdan a sus profesores por su desinterés en incluso el daño que les hicieron. (Tatar, M (1998).Teachers as significant others: Gender differences in secondary-school pupils’ perceptions.British Journal of EducationalPsychology, 68, 217-227).
Para investigar esta influencia positiva o negativa que dejan los profesores que se convierten en “significativos otros” de los alumnos, Tatar aplicó cuestionarios a 297 jóvenes israelíes de ambos sexos del 10mo grado de secundaria (16 años), de procedencia socioeconómica heterogénea, escogidos al azar, cuatro por clase de cada colegio. Se les pidió que comparasen la influencia de sus profesores con la de sus padres. 52% consideraba que sus profesores fueron significativos: 30% sólo por su enseñanza mientras que el otro 22% por el apoyo afectivo que les dieron y la ayuda para resolver sus problemas. Un 24% de las mujeres y 22% de los hombres indicaron que los profesores no eran figuras significativas para nada. Las chicas anotaron más que los chicos que los profesores fueron significativos en lo afectivo y personal (26% y 16%), mientras que los chicos enfatizaron más que las chicas los temas académica (38% y 24%).
Comparando con la influencia de sus amigos(as), 45% consideró que sus profesores eran significativos por su apoyo y ayuda para resolver problemas, por ser amigos adultos, y por su capacidad docente. Un importante 29% indicó que los profesores no eran figuras significativas para ellos. (26% chicas y 34% chicos)
Estos hallazgos muestran que los profesores son apreciados por los alumnos cuando “toman en serio a los alumnos” y “confían en ellos”. Además en el caso de las chicas más que los chicos, los aprecian por facilitarles el estudio y las relaciones interpersonales, mientras que los chicos más que las chicas, perciben los aspectos negativos de la influencia docente, expresando resentimiento por sus actitudes que obstruyen su desarrollo personal.

REFLEXIÓN

Si observamos que los profesores que son significativos para sus alumnos y dejan huellas en sus vidas son aquellos que proveen apoyo emocional y facilitan el desarrollo cognitivo pero promoviendo el interés y la motivación por el estudio, lo que nos están diciendo los hallazgos de Tatar es que los alumnos esperan y necesitan un involucramiento más personal o tutorial de los profesores, más allá de su función como docentes instructores. Es más, cuando los alumnos sienten que a sus profesores les importan y que ellos respetan a sus alumnos, suelen darse cambios positivos en sus conductas y rendimiento. Sin embargo esta expectativa no es igual en chicos y chicas. Los chicos perciben más que las chicas los aspectos negativos de los profesores, aduciendo que les hacen la vida difícil sin mostrar genuino interés por ellos, lo que los decepciona. Solo los perciben positivamente en temas como el dominio de los temas académicos. En cambio las chicas perciben más positivamente la influencia de los profesores por su soporte afectivo, por ser confiables, servirles de modelo, y por motivarlos más allá del estudio en clase.
Esto explica porqué en muchos colegios los profesores son más apreciados y acogidos por las chicas que los chicos, que tienden a ser más parcos y cuidadosos en sus acercamientos y elogios. Podría ser porque las interacciones de los chicos con sus profesores se desarrollan más en el terreno de los conocimientos y la conducta, mientras que las chicas -que son más sensibles a la retroalimentación y son más dependientes de la evaluación de los otros- buscan más las relaciones afectivas y el apoyo en sus problemas personales. Esto lo explica el investigador Farmer (1985) quien encontró que uno de los principales incentivos para el rendimiento en las chicas era el apoyo de los profesores, mientras que en los chicos era la competitividad. Estos hallazgos implican una vez más que la formación de los profesores tiene que complementar las herramientas de la pedagogía con las de la psicología y sociología.