Ninguna de las 68 universidades peruanas figura entre las mejores 500 del mundo en cualquiera de los rankings mundiales más citados. Sin duda la dispersión entre ellas de los escasos recursos económicos para la investigación y de los científicos peruanos de talla mundial hace imposible lograr un lugar de prestigio en el ranking mundial y en la producción de patentes nacionales. Quizá el Perú debiera seguir la estrategia que utilizó exitosamente Israel para concentrar en un solo instituto a sus mentes científicas más lúcidas para producir ciencia y tecnología. En 1949, Israel creó el Instituto Científico Weizmann para la investigación científica, la gestión de patentes y la creación de compañías de base tecnológica. Hoy el Weizmann está en la frontera del conocimiento y figura entre los líderes mundiales en la investigación multidisciplinaria. Fue elegido por la revista The Scientist como la mejor universidad del mundo para que los científicos de ciencias de la vida lleven a cabo sus investigaciones (2005). Para comercializar sus patentes, el Weizmann creó en 1959 el Yeda Research and Development, que ha registrado más de mil patentes con valor comercial y generado enormes ganancias que retroalimentan continuamente la investigación científica. El Perú debería aprovechar su temporal bonanza económica para tomar iniciativas en el campo de la investigación científica y tecnológica que apuntalen su futura sustentabilidad socioeconómica. Identificar sus fortalezas, en torno a las cuales focalizar los esfuerzos por desarrollar ciencia, tecnología, patentes y recursos humanos altamente calificados, que nos coloquen en el mapa mundial de la excelencia científica. El foco podría ser la biodiversidad, que puede ser la base para desarrollar nuevos productos alimenticios, medicinales, recursos madereros, forrajeras, aceites y grasas, perfumes y productos de cosmetología, productos curtientes, tintes y colorantes, etc. El gobierno podría convocar a los mejores científicos peruanos residentes en el Perú (junto con algunos residentes en el exterior), garantizándoles sueldos de nivel internacional y formar con ellos un Instituto de Altos Estudios Científicos y Tecnológicos. Se encargaría de realizar investigación de avanzada que luego pueda producir patentes y además suficientes retornos económicos para mantener continuamente la investigación científica y tecnológica de avanzada. La inversión inicial podría salir de recursos del Estado y las donaciones mineras. Paulatinamente se autofinanciaría con los «grants» que capten los investigadores junto con las regalías de las patentes. En unos años podríamos tener una de las universidades «top 100» y pocos años después una de las «top 20». ¿Por qué no?