Alguna vez escuché decir a un padre de familia apremiado por falta de tiempo familiar que lo que importa es la calidad del tiempo que le dedica a su hijo, y no la cantidad. Algo así como que cinco minutos diarios bien dados valen más que varias horas de interacción indiferente, pasiva, casual, desinteresada. Le dije a este padre de familia “muy bien, concordemos con tu teoría, pero, ¿cómo sabes cuáles serán esos cinco minutos significativos para tu hijo? Lo más probable es que cuando tú agendes esos cinco minutos, ellos no calcen con los cinco minutos de apertura de los que disponga tu hijo. ¿Cómo te aseguras que coincidan?”. Lo que ocurre es que esos cinco minutos de apertura y conexión se dan en cualquier momento en el marco de las horas de cercanía aparentemente insulsa y sin significado comunicacional que pasan con los padres con sus hijos. Puedes caminando por el parque, acompañándolos a ir o regresar del colegio, a la hora de la comida, al despedirse en la noche, al viajar juntos… Así que no hay remedio. No son momentos predecibles. Solo estando muchas horas cerca de tu hijo aparecerán aquellos cinco minutos de intimidad que crearán ese intenso vínculo de confianza que relaciona a padres con hijos.

Con la creatividad ocurre algo parecido. Las ideas geniales suelen aparecer como chispazos inesperados y no planificados en el momento menos pensado. Difícilmente ocurre sentado en el escritorio concentrado por horas tratando de hacer algo muy creativo. Puede ocurrir al levantarse en la mañana, puede ser al ver una imagen provocadora, en medio de una conversación informal, durante un viaje en automóvil, a la hora de comer, escuchando música, discutiendo con un familiar… sin embargo, si uno no dedica horas para trabajar intensamente sus ideas, no tendrá en la mente la plataforma de recursos e imágenes sobre cuya base se producirá esa chispa creativa.

Sian Beilock escribió un artículo en el que hace un paralelo entre el ritmo circadiano de las funciones básicas de la temperatura corporal o la digestión y una especie de ritmo circadiano psicológico por el que tendemos a desarrollar más actividad intelectual durante nuestros picos circadianos de mayor apertura a la concentración mental. Sin embargo, a veces la capacidad de las personas para pensar en cosas nuevas e inusuales puede verse obstaculizadas precisamente por el excesivo esfuerzo mental invertido para lograrlas. Eso significa que lo que muchos considerarían como el mejor momento del día puede no ser óptimo para crear. (Creativity Happens When You Least Expect It; en Creativity Post , 7/12/2012).

Esto mismo lo sostiene el psicólogo Mareike Wieth quien con sus colegas encontraron en sus investigaciones que cuando las personas tienen que resolver «problemas de insight» que requieren un alto grado de creatividad, les va mejor en las horas del día en las que están menos alertas (Journal Thinking and Reasoning, 2011).

Siendo así ¿cómo pueden los colegios y universidades formar personas que puedan tener pensamiento creativo? Se requieren al menos tres componentes. Uno, espacios y actividades que pongan en juego todo el tiempo la posibilidad de generar ideas creativas, con diversos materiales, técnicas, medios y rutas para explorar conexiones inusuales entre las cosas. Ello tiene como requisito una rigidez mínima en los programas y actividades que realiza el estudiante. Dos, enfrentar retos continuos y diversos que provoquen en los estudiantes el deseo de pensar en cosas nuevas, ideas originales, conexiones inusuales entre conceptos. Tres, en la medida que en la vida del estudiante abunden estas oportunidades, en el momento menos pensado y planificado surgirán las ideas más creativas, las cuales tan solo requerirán de tener la escucha y los espacios propicios para su realización para convertirse en realidad.