En los años 1990’s en América Latina aparecieron iniciativas políticas electorales que tenían como bandera la crítica a los políticos y partidos “tradicionales” a quienes acusaban de haber tomado el poder para beneficio propio de sus líderes y militantes, olvidando la vocación de servicio al país. En enquistamiento de sus cúpulas, la falta de renovación democrática de sus cuadros, la corrupción e ineficacia en el ejercicio del poder, llevaron a la población a la decepción y la búsqueda de “outsiders” casi mesiánicos. El caso paradigmático en el Perú fue Alberto Fujimori, y la misma línea se observa en varios otros países inclusive en Europa.

Le costó un enorme esfuerzo a algunos partidos políticos sobrevivir intentando alguna renovación, como el APRA, el PPC o Patria Roja, pero han tenido que convivir con el fujimorismo y con otros partidos caudillistas más recientes como Perú Posible, Solidaridad Nacional y el Partido Nacionalista.

Es curiosa la analogía con las más importantes empresas del mundo, ya que se estima que 80% de las grandes empresas líderes de hoy no existían hace unos 20 años, debido a la paulatina desaparición de los antiguos pesos pesados, salvo aquellos que visionariamente supieron reinventarse (como Coca Cola que es un caso de renovación constante o IBM que es un caso de supervivencia luego de reinventarse).

Tengo la sensación que algo parecido está ocurriendo en el mundo de la educación. Cada vez más padres de familia critican a los que llaman “colegios tradicionales” refiriéndose a aquellos que no han sabido renovarse y que duermen en los laureles ganados, como si estuvieran expresando que “si lo que hacíamos antes nos daba resultados y tenemos lista de espera, ¿para qué hacer cambios?”. Cada vez más padres de familia están en busca de colegios “no tradicionales”, lo que no significa colegios alternativos sino colegios que sean capaces de ponerse a tono con los conocimientos psicológicos, pedagógicos y tecnológicos propios del siglo XXI.

Han aparecido en escena algunos, tanto en la clase media como en la más alta, que empiezan a poner en jaque a los colegios tradicionales que no aún no se han sabido renovar.