Veamos qué tienen en común, por sus comentarios periodísticos, un grupo de columnistas peruanos, independientemente de sus posiciones ideológicas o políticas. Javier Valle Riestra ó Martha Híldebrandt al fijar sus posiciones políticas; Mirko Lauer, Aldo Mariátegui, Juan Carlos Tafur, Fernando Vivas y las Carlíncaturas al comentar ó escribir sus editoriales diarios o caricaturas; Jorge Bruce, Mario Ghibellini, Federico Salazar, Roberto Lerner en sus columnas semanales; Julio Cotler, César Hildebrandt, FOZ ó Gustavo Rodríguez cuando son entrevistados o escriben sus análisis sociopolíticos; etc.

¿Qué tienen en común todos ellos, además de su inteligencia y excelente formación profesional, que hace que sean atractivos para ser escuchados o leídos? Pienso que es su capacidad de sorprendernos por la originalidad de pensamiento, la seguridad y fuerza interna que tienen para decir lo que piensan y el talento para comunicar de modo inteligible sus ideas; pero sobre todo, su capacidad de “decir B cuando todos dicen A”.

¿Se imaginan ustedes ser profesores de un salón de clases donde hubiera alumnos como los mencionados?. El profesor convencional se volvería loco. Diría que le ha tocado un salón de indisciplinados, trasgresores, rebeldes, malos alumnos, que no contestan en los exámenes lo que el profesor les enseñó, que todo el tiempo se quieren salir de lo establecido en el programa, y que por lo tanto son merecedores de recetas de Ritalin, terapias psicológicas o hasta una pasantía por Maranga. Esos alumnos en las pruebas estandarizadas sacarían notas desaprobatorias por lo que tendrían que repetir de año varias veces hasta ser aprobados por compasión ó expulsados por mayoría de edad.

El reto del Perú es tener colegios cuya filosofía educativa promueva la existencia de ese tipo de alumnos en las aulas, con profesores preparados para respetarlos y acogerlos. La desgracia del Perú, es que usualmente tanto los colegios públicos como los privados los marginan, desaprueban y excluyen, salvo que se formateen hacia las formas estandarizadas de aprender y comportarse. Con ello, desde pequeños, aniquilamos a las mentes más brillantes.

A la par de la búsqueda de la comodidad convencional de muchos profesores que no saben cómo tratar a alumnos brillantes aunque “no convencionales”, también tenemos alumnos convertidos en convencionales que rechazan a profesores «no convencionales» que tratan de hacer pensar a sus alumnos y explorar sus ideas originales y creativas. Al respecto recuerdo a Benjamin Zander quien empieza su charla sobre música y pasión en TED-2008 contando un relato popular: hay dos vendedores de zapatos que son enviados a una isla para ver si se pueden vender zapatos, pero resulta que ninguno de sus habitantes usa zapatos. Un vendedor reporta a su sede en Manchester diciendo “situación inútil. Acá nadie usa zapatos”. El otro escribe: “Aquí hay una magnífica oportunidad; todavía nadie usa zapatos”.

Zander -que es músico- usa el relato para comentar las dos variantes que hay respecto al incentivo a disfrutar de la música clásica. Unos dicen que esta “está agonizando”. Otros dicen “aún está en sus pañales” y en vez de hacer estadísticas de todas las orquestas y empresas discográficas que están quebrando, se dedica a incentivar con nuevas estrategias el acercamiento a la música clásica.

¿Qué significa esto? Hay personas que tienen un fuerte apego al pensamiento convencional, aprendido e instalado sólidamente en su mente desde su infancia, de modo que no queda espacio para pensar diferente. En cambio hay personas que siempre están en la búsqueda de nuevas fórmulas y variantes para las opciones convencionales.

¿Cómo se cultiva la capacidad de pensamiento no convencional en los niños? Sobre la base de una elevada autoestima y seguridad en sí mismos, producir una ejercitación intelectual y emocional que los estimule a enfrentar situaciones nuevas y procurar ensayar fórmulas innovadoras para abordarlas sin apelar a las ya conocidas.

Esto por supuesto choca con una educación convencional basada en enseñar lo conocido, que además otorga a los alumnos el derecho a quejarse y hasta tachar a un profesor que se atreva a preguntar por cosas que no ha enseñado (así los alumnos tengan todas las herramientas que necesitan para resolver el problema planteado).

Quién sabe sea hora de pensar en estimular al niño a que piense por sí mismo, sin usar metodologías conductistas y deterministas, para así darle más alas para volar.

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