Es sorprendente que hasta ahora no haya habido entre los políticos, gobernantes y jefes militares la imaginación y predisposición suficiente para hacer del servicio militar voluntario un valor más que una molestia. Para el común de los peruanos que escuchan del maltrato a reclutas, el abandono a soldados heridos o caídos en acción, la desatención a los heridos o los familiares de los muertos en acción, etc. servir en las Fuerzas Armadas no tiene ningún atractivo.

El Consejo Nacional de Educación y la Defensoría del Pueblo señalan que convertido en obligatorio, el Servicio Militar Obligatorio es discriminatorio y atenta contra la libertad personal. Si fuera bien diseñado y financiado, el servicio voluntario podría ser atractivo y formativo, siempre que se asegure condiciones adecuadas de vida a los reclutas durante el servicio. Veamos algunas ideas en esa dirección.

Se podrían crear campamentos pre-militares, (asociados a bases militares), a cargo de oficiales especialmente entrenados para entrenar a los jóvenes escolares de 16 años, a los que estos pudieran asistir por propia voluntad por una o dos semanas, encontrándose allí jóvenes de diversa procedencia socio económica y cultural para activar en conjunto. Actividades bien diseñadas pueden hacer de estos campamentos una experiencia de vida valiosa e inolvidable para los jóvenes, que nadie quisiera perderse. De este modo los jóvenes podrían conocer desde dentro lo que es la vida en un cuartel, simular la rutina del entrenamiento militar y además recibir la información sobre sus propias posibilidades de hacer una carrera militar.

Otra posibilidad de prestigiar la vida militar ante quienes no han pasado por el servicio militar es la captación de civiles profesionales para voluntariados que aporten a la vida y carrera militar. Miles de psicólogos, sociólogos, ingenieros, economistas, pedagogos, historiadores, empresarios, etc. si fueran convocados podrían incluir en su agenda algunas horas al año para dedicarlas a asistir a las escuelas de oficiales o a jornadas de estudio o trabajo en los cuarteles, de modo que se discutan asuntos de interés común y se cultive este diálogo cívico militar de beneficio mutuo. Algo de esto se hace en el CAEM y en otras escuelas superiores de las Fuerzas Armadas y Policiales, pero podría organizarse de modo más abarcativo y frecuente. En la medida que se conozca y prestigie la vida militar, automáticamente aparecerán los voluntarios que quieran hacer de ella una parte central de sus carreras personales.