El Consejo Nacional de Educación señala que convertido en obligatorio, el Servicio Militar Obligatorio es discriminatorio y atenta contra la libertad personal. Si fuera bien diseñado y financiado, el servicio voluntario puede ser atractivo y formativo, siempre que se asegure condiciones adecuadas de vida a los reclutas durante el servicio.

Si revisamos lo que ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, veremos que tienen una tradición de diferenciación absoluta entre los ámbitos de acción de los civiles y los militares. La idea común forjada es que unos deben ocuparse del quehacer civil y los otros deben ocuparse exclusivamente de crear la maquinaria capaz de defender la seguridad y soberanía del país. Todo ello ha llevado a crear una concepción de que la sociedad civil y militar son diferentes y deben tener espacios de acción definidos de manera excluyente, como si fueran sectores sociales distintos. Da la impresión que los civiles entienden poco a los militares y los militares poco a los civiles. No siempre los civiles toman en cuenta que los militares, sus esposas e hijos, viven plenamente los avatares de la vida civil como cualquier otro peruano. No siempre los militares entienden la perseverancia de los civiles en defender valores propios de la civilidad democrática de nuestros tiempos. Pocas veces se percibe con claridad que ambos sectores se deberían complementar, tanto en los asuntos civiles como en los militares.

Tomemos por ejemplo la educación, la salud, los transportes y las comunicaciones. Estos son vistos como sectores cuyas tareas son propias de la sociedad civil, a pesar de los grandes aportes que hacen Fuerzas Armadas en estos temas, especialmente en sectores menos urbanizados y desatendidos por la sociedad civil, como son las zonas marginales, fronteras, comunidades campesinas aisladas, etc. En este marco las Fuerzas Armadas pueden jugar un rol importante en la alfabetización y la educación vocacional u ocupacional, apoyo a wawa wasis, recreación y deportes, campañas de vacunación y atención médica, etc.

A la inversa, tomemos por ejemplo el análisis de la geopolítica y las estrategias militares, la elaboración de nuevos currículos y opciones educativas para los militares, el uso de la ciencia y tecnología para fines militares, etc. todas ellas actividades en las que los civiles pueden aportar mucho a los objetivos castrenses.

Lo dicho podría implicar que ha llegado la hora de crear una cultura de diálogo y comunicación entre la sociedad militar y la sociedad civil, para conocerse mejor, para generar confianza mutua, para trabajar juntos en tareas de interés común, y para organizarse de la manera más eficiente para encarar la solución de los grandes problemas nacionales.

Un ejemplo de este encuentro podría ser la creación de campamentos pre-militares, (asociados a bases militares), a cargo de oficiales especialmente entrenados para entrenar a los jóvenes escolares de 16 años, a los que estos pudieran asistir por propia voluntad por una o dos semanas, encontrándose allí jóvenes de diversa procedencia socio económica y cultural para activar en conjunto. Actividades bien diseñadas pueden hacer de estos campamentos una experiencia de vida valiosa e inolvidable para los jóvenes, que nadie quisiera perderse. De este modo los jóvenes podrían conocer desde dentro lo que es la vida en un cuartel, simular la rutina del entrenamiento militar y además recibir la información sobre sus propias posibilidades de hacer una carrera militar.

Otra posibilidad de prestigiar la vida militar ante quienes no han pasado por el servicio militar es la captación de civiles profesionales para voluntariados que aporten a la vida y carrera militar. Miles de psicólogos, sociólogos, ingenieros, economistas, pedagogos, historiadores, empresarios, etc. si fueran convocados podrían incluir en su agenda algunas horas al año para dedicarlas a asistir a las escuelas de oficiales o a jornadas de estudio o trabajo en los cuarteles, de modo que se discutan asuntos de interés común y se cultive este diálogo cívico militar de beneficio mutuo. Algo de esto se hace en el CAEM y en otras escuelas superiores de las Fuerzas Armadas y Policiales, pero podría organizarse de modo más masivo y frecuente. En la medida que se conozca y prestigie la vida militar, automáticamente aparecerán los voluntarios que quieran hacer de ella una parte central de sus carreras personales.

Estoy seguro que podrían generarse muchas ideas más que promuevan la creación de este vínculo cooperativo y diálogo educativo entre civiles y militares. Ello tiene una enorme importancia para la construcción más eficaz de un Perú mejor, que exige de todos sectores que asumamos cooperativamente nuestras responsabilidades para que el Perú sea cada vez más grande, fuerte, próspero, educado y democrático.