Un discurso es un diagnóstico de cómo piensa el presidente o el equipo que con él hace el discurso. En el reciente de Ollanta Humala vemos la misma lógica ideológica que utilizaron antes Fujimori, Toledo y García (la del MEF): primero tranquilizar a los inversionistas y sectores económicos (que generan recursos, crecimiento, ingresos fiscales, confianza internacional) y a partir de eso ver qué se puede hacer para desarrollar programas sociales, educación, salud y ciencia que vayan reduciendo gradualmente nuestros déficit de cobertura, eficiencia y calidad. La batuta la tiene el Ministro de Economía.

Un discurso alternativo hubiera sido aquél en el que arranca colocando como objetivo una valla alta en los logros sociales para atender a los más pobres, digamos 100% de cobertura infantil en nutrición, cuidado de salud y educación; 100% de acceso a agua, desagüe, electricidad, telefonía e internet; atención a pacientes enfermos en 24 horas; trámites ministeriales para requerimientos del público en un máximo de 30 días; limpieza total de la corrupción en el sector justicia e interior; etc. y a partir de eso desarrollar la respuesta a la pregunta ¿cómo hacemos para dejarlo resuelto o bien encaminado en los próximos 3 años?.

Seguidamente se justificaría enunciar las diversas estrategias convencionales y creativas no-convencionales respecto a tributos, alianzas público-privadas, concesiones, estímulo a proyectos privados, apoyo técnico masivo, reforma del estado, para garantizar el logro de esas metas, sin afectar el equilibrio fiscal, la estabilidad social y el crecimiento económico.

Todo ello aunado a una convocatoria franca a todos los sectores representativos de la política, regiones y organizaciones diversas para apoyar sin mezquindades las propuestas. En un esquema alternativo así, la batuta caería sobre un fuerte Primer Ministro.

Una ventaja adicional de esta segunda alternativa es que arrancaría de una visión de lo que es un país verdaderamente inclusivo con metas y plazos para alcanzar la visión, cosa que no se desprende de la versión habitual de los discursos presidenciales como el reciente, por lo que el país no logra comprometer al conjunto de los actores nacionales para dar pasos más grandes y rápidos hacia su desarrollo inclusivo.

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