Si tomamos la estructura del discurso del Presidente Ollanta Humala como un diagnóstico de cómo piensa el presidente o el equipo que con él hizo el discurso vemos que la lógica ideológica que utiliza es la del MEF que han usado antes Fujimori, Toledo y García: primero tranquilizar a los inversionistas y sectores económicos (que generan recursos, crecimiento, ingresos fiscales, confianza internacional) y a partir de eso ver qué se puede hacer para desarrollar programas sociales, educación, salud y ciencia que vayan reduciendo gradualmente nuestros déficit de cobertura, eficiencia y calidad. Pero la batuta la tiene el Ministro de Economía.

Empieza con un par de alusiones a la coyuntura desfavorable con palabras como optimismo y aprendizaje de errores y de allí vienen 4 páginas (del total de 22) dedicados al tema económico y a lo que el gobierno hace para manejar bien la economía, recaudación, justificando la necesidad de que haya eficiencia (con la Ley de Servicio Civil). Luego de un listado de inversiones y programas para la reforma y acciones en Educación, reformas sociales, reforma de la Salud, viene nuevamente el énfasis a las inversiones en infraestructura, política minera y algo sobre políticas de seguridad y relaciones exteriores.

Al pasar a los anuncios el primero es que para seguir mejorando la calidad de vida necesitamos 1) mantener nuestro ritmo de crecimiento, 2) mejorar nuestras prácticas y 3) combatir la corrupción en un entorno de estabilidad y respeto a la ley. Todo ello para seguir siendo un país líder receptor de inversiones extranjeras. Seguidamente plantea la necesidad de medidas para generar resultados de impacto inmediato con un equipo especializado de seguimiento a proyectos de inversión y sanciones a funcionarios que las obstaculizan. Le siguen Proyecto de Ley para promover la presentación de mejores y mayores proyectos de inversión con participación del sector privado, asegurar que medianas, pequeñas y microempresas tengan acceso a alternativas de financiamiento, Plan Nacional de Desarrollo Industrial, Reforma de Sistema Nacional de Calidad,

Termina haciendo una convocatoria “a mantener el espíritu vigilante y la capacidad de indignación para no dejar pasar la injusticia, la discriminación, la corruptela”, un intento de identificarse con las vapuleadas propuestas callejeras.

Un discurso alternativo hubiera sido aquél en el que arranca colocando como objetivo una valla alta en los logros sociales para atender a los más pobres, digamos 100% de cobertura infantil en nutrición, cuidado de salud y educación; 100% de acceso a agua, desagüe, electricidad, telefonía e internet; atención a pacientes enfermos en 24 horas; trámites ministeriales para requerimientos del público en un máximo de 30 días; limpieza total de la corrupción en el sector justicia e interior; etc. y a partir de eso desarrollar la respuesta a la pregunta ¿cómo hacemos para dejarlo resuelto o bien encaminado en los próximos 3 años?.

Seguidamente se justificaría enunciar las diversas estrategias convencionales y creativas no-convencionales respecto a tributos, alianzas público-privadas, concesiones, estímulo a proyectos privados, apoyo técnico masivo, reforma del estado, para garantizar el logro de esas metas, sin afectar el equilibrio fiscal, la estabilidad social y el crecimiento económico.

Todo ello, aunado a una convocatoria franca a todos los sectores representativos de la política, regiones y organizaciones diversas para apoyar sin mezquindades las propuestas. En un esquema alternativo así, la batuta caería sobre un fuerte Primer Ministro.

Una ventaja adicional de esta segunda alternativa es que arrancaría de una visión de lo que es un país verdaderamente inclusivo con metas y plazos para alcanzar la visión, cosa que no se desprende de la versión habitual de los discursos presidenciales como el de hoy, por lo que el país no logra comprometer al conjunto de los actores nacionales para dar pasos más grandes y rápidos hacia su desarrollo inclusivo.

No se trata de un populismo irresponsable, inflacionario, derrochador, insensato, represivo, sino de formular y actuar en función de una visión de gobierno que en lugar de preocuparse solamente por el crecimiento económico (en muchos casos de espaldas a las exigencias sociales) se preocupe por generar condiciones para lograr el bienestar social y económico del conjunto de la nación.

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