Correo 23 08 2013

En la mayoría de los centros de educación inicial se evalúa a los alumnos de manera cualitativa y descriptiva. Eso se hace poco en primaria y menos aún en secundaria, vencidos por la tendencia de tipificar el desempeño de los alumnos con letras o números que inevitablemente son fuente de comparación entre ellos. Esto, por exigencia del ministerio de educación que pide que los alumnos sean calificados con letras en primaria y números en secundaria, pero también por convicción y comodidad de la mayoría de los profesores que sienten que con esas letras o números comunican lo necesario para dar a entender cómo se está desempeñando los alumnos en el colegio.

Es curioso que los padres de los niños de educación inicial, que no reciben notas, reciben una información más amplia, comprehensiva, descriptiva e ilustrativa sobre la situación de sus hijos que la que reciben aquellos a los que se les dice “tu hijo tiene B” o “tu hijo tiene 16”. Qué preferiría un padre de familia, e inclusive su hijo: que su profesor le diga “tienes B” o “te sacaste 20” o que le diga “Miguel es un alumno dedicado, perseverante, emprende con entusiasmo las actividades que se plantean en la clase. Tiene alto nivel conceptual pero tiene que aprender a tomarse un tiempo para pensar un problema antes de intentar una respuesta impulsiva, y también tiene que ir aceptando que no siempre puede ser el líder del grupo. Admiramos su elevado sentido artístico”.

En los hechos el sistema de exámenes y notas alivia al profesor la necesidad de conocer individualmente a cada alumno y comunicar lo que sabe de él a los padres. Las notas permiten despersonalizar al alumno y convertirlo en un individuo que vale y es comparable con otros en función del puntaje que obtiene en una prueba idéntica para todos.

Las pruebas y notas crean la sensación volátil de precisión, convirtiendo la educación en algo que se puede medir y comparar. Pero los educadores debemos preguntarnos si acaso el valor de una persona depende de una nota y de compararlo con otros basados en indicadores cuantificables.

PD: a raíz del abordaje de los temas de crianza y educación en los medios de comunicación, en una entrevista que me hicieron en RPP con teléfono abierto tratando sobre la presión que viven los niños en los colegios, hubo tres intervenciones que me llamaron mucho la atención 1) Una madre de niña de 3 años comenta que en el nido le dejan 1hora diaria de tareas para la casa ¡a los 3 años! 2) Una madre que comenta que a su hija de 5 años le toman examen en el nido cada 2 días y una vez por semana un simulacro de examen de ingreso a la primaria ¡a los 5 años! 3) Una madre que decía que en su colegio a los niños del nido les ponían cada día un sello en la mano a manera de evaluación: mariposa azul cuando fue un buen día y ratón rojo cuando fue un mal día, y que su hija estaba desconsolada porque ese día trajo un ratón rojo. ¿Alguien puede sostener realmente que esas experiencias dejarán huellas positivas en los niños en relación a su deseo de aprender y su vida escolar?

Entrevista con Nora Rodríguez, pedagoga y autora de «Neuroeducación para padres» (España)

«Muchos niños son brillantes aunque sus notas digan lo contrario»

«Los aprendizajes que ocurren muchos antes de que estén preparados para ello dañan la autoestima y generan altos niveles de estrés. Esto a la vez se convierte en un modo de entender el aprendizaje con dolor, un dolor emocional que impide avanzar. Hoy la pedagogía actual sustituye esto con nuevos recursos, como por ejemplo, saber cuál es la mejor edad para aprender ciertas cosas».

En FB https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/950550801712122?pnref=story

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Castigado con recompensas

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El error de intentar medirlo todo. En un mundo evaluado por ‘likes’, algoritmos, indicadores y objetivos, los números no deben ser inmunes a la crítica. Estos parámetros son siempre reduccionistas. De entrada, porque la medición se refiere fundamentalmente a la parte cuantitativa de las cosas. Quien mide, inevitablemente, presta mayor atención a las dimensiones que se dejan medir mejor, de manera que éstas son privilegiadas en relación con otros aspectos de la realidad. La cuantificación hace que destaquen determinados aspectos, e invisibiliza a otros. La lógica de la medición tiene ciertos efectos secundarios. A menudo el impacto y la imagen se valoran más que el contenido