El Tiempo 5 10 2013

La revista The Economist hace poco dedicó un artículo a preguntarse si la tecnología aplicada ala educación realmente estaba siendo validada como una vía exitosa para mejorar los aprendizajes de los alumnos (Education technology: catching on at last (The Economist, Jun 29th 2013)

La idea de que la tecnología puede revolucionar la educación se ha aplicado a casi cada nueva invención: máquinas de escribir, proyectores de cine, televisión educativa, computadoras y CD-ROMS. Sin embargo solo pocos y motivados alumnos que usaron las nuevas tecnologías de aprender les sacaron provecho pro en general incluso las computadoras que se han utilizado para mejorar la eficiencia y participación de los alumnos no han logrado transformar el aprendizaje. Estas tecnologías entraron al aula de una manera impersonal, sin adecuarse a las necesidades diferenciadas de cada alumno.

Hoy en día se acepta crecientemente la premisa de que este tipo de enseñanza que mezcla el software con la intervención humana, ayuda a sus alumnos a aprender más rápido. También permite a los maestros en las escuelas pasar más tiempo en la enseñanza y menos tiempo corrigiendo trabajos y ejercicios aburridos de sus alumnos. Además, la escuela obtiene un registro preciso y continuo del desempeño de cada niño a través de los datos que sus diversos programas recopilan y analizan. Es como si cada profesor se estuviera convirtiendo en profesor particular de cada alumno. Los datos permiten la evaluación continua de sus capacidades y limitaciones, dejando que las escuelas, los maestros y los padres entiendan tanto al propio alumno como la manera como los seres humanos aprenden.

Tal aprendizaje no es la única ventaja que la nueva tecnología les ofrece a los profesores y alumnos de hoy en día. Los recursos en línea, de wikis y podcasts y hasta los videos de entrenamiento están permitiendo que los niños y adultos continúen su educación por su cuenta, ya sea en las escuelas o suplementariamente desde sus casas. Esto es en parte debido a que es un momento especial para tecnologías de la información en general en el que los programas pueden correr bien en sistemas de transmisión y comunicación accesibles y baratos.

Una fuerte razón para el optimismo, es la evidencia que ya empieza a venir desde las aulas. Aunque esta última ola de la tecnología de la educación es demasiado nueva como para demostrar fehacientemente su validez la investigación ya existente abe puertas al optimismo. Sin embargo, la forma en que la tecnología se utiliza en el aula es al menos tan importante como tener la tecnología disponible. Lamentablemente aún se sabe poco sobre los efectos producidos por las diversas formas de aprendizaje en línea, como lo sostiene William Bowen presidente de la Universidad de Princeton y autor de un nuevo libro sobre la tecnología en la educación superior, un campo que también está siendo revolucionado gracias para cursos en línea conocidos como MOOCs.

Esta incertidumbre no ha frenado a muchas empresas a invertir gran cantidad de dinero en desarrollar nuevas aplicaciones, que cada vez usan más lo que se aprende de la industria de los juegos y de las redes sociales. Los juegos interactivos se están diseñando para enseñar matemáticas y ciencias. Mucha de la programación, el diseño y el arte entran en juego para la creación de aplicaciones donde los estudiantes pueden competir con o ayudar a los demás, y tener recompensa s por su actividad.

Dicho todo esto, el reto que tendrán por delante los decisores de la educación es identificar en el océano de programas y opciones tecnológicas aquellas que sean más aparentes para mejorar los aprendizajes de los alumnos. Tarea nada fácil, sin duda.

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La poderosa economía de la educación. El sector tiene ante sí el desafío de reducir la desigualdad en los pupitres. La mejor estrategia, por lo tanto, pasa por minimizar el tiempo de ajuste entre velocidad tecnológica y educación. “Resulta imprescindible anticiparse y diseñar medidas educativas que ayuden a reducir los costes de transición. Cuanto más rápido sea el cambio, menor será el impacto”, analiza Oriol Aspachs, director de Macroeconomía de CaixaBank Research. Pero el cambio no es abrazar con desespero las tecnologías de la información sino identificar qué persigue el mercado de trabajo (creatividad, habilidades comunicativas, emprendimiento) y adaptarse. El filósofo Fernando Savater censura esta obsesión reciente de mezclar en las aulas la memoria y el deseo de las empresas. “La educación no puede supeditarse a lo inmediato, no puede responder solo a formar ‘empleados’ o ‘empleables’ ni puede dejar que las compañías diseñen, de acuerdo con sus necesidades, los planes de estudio. Educar es desarrollar la humanidad e ilustrar a los futuros ciudadanos. Los saberes en apariencia inútiles en el plano de la rentabilidad crematística (literatura, filosofía, historia) son los más útiles para la persona libre, no para el que tenga vocación de siervo; que es lo opuesto a la ciudadanía”. Quizá el sentido profundo de la educación sea solo eso: crear ciudadanos y no siervos.
(LT: es bueno hacer consultas, pero me pregunto, si la mayoría dice que quiere que los niños tengan celulares en la escuela, ¿significa eso que es lo más educativo y favorable a su salud mental? ¿No debería ser el ministerio un ente rector alimentado por saberes especializados?) Chile: Gobierno anuncia consulta nacional sobre el uso de celulares en colegios. Según el Censo digital VTR Internet Segura de 2018, siete de cada 10 niños tienen un celular propio a los 9 años, y cuatro de cada 10 niños y jóvenes están más de tres horas del día conectados a sus dispositivos móviles.