Correo 28 02 2014

Una persona que aprende a lanzar un disco, montar un caballo o una bicicleta, ordeñar una vaca y deja de hacerlo por 30 años, el día que quiere retomarlo no tiene problemas para hacerlo. Lo mismo ocurre si alguien aprendió motivado en su vida escolar a resolver ecuaciones o estadísticas, o de joven trabajó en seguridad y aprendió a estar alerta para identificar los riesgos, las salidas de emergencia, los rostros de gente sospechosa, etc. aunque dejen de usar las matemáticas o a trabajar en seguridad mantendrán esas habilidades por el resto de sus vidas ¿Por qué? Porque construyeron el conocimiento y desarrollaron las habilidades que quedaron estructuralmente instalados en su memoria para toda la vida.

En cambio, pidámosle a un alumno de colegio que sacó 20 en un examen de física, historia o literatura que rinda la misma prueba (sin previo aviso) un mes o año después. Si desaparece el conocimiento, quiere decir que jamás lo aprendió. Simplemente lo depositó en la memoria de corto plazo y sirvió el propósito para responder a un examen, para luego evaporarse. Es decir, fue un aprendizaje irrelevante, que tan solo ocupó un espacio temporal en su memoria para cumplir con el ritual de dar exámenes y obtener una nota aprobatoria.

¿Cuántas de estas cosas tienen que aprender los alumnos y que no sirven para nada más que para sacar una nota en un examen y así complacer a sus profesores o padres?