Un alumno que saca promedio 16 en un colegio exigente, ¿está igualmente preparado que aquel que saca promedio 16 en un colegio muy relajado?. Alternativamente, un alumno que saca 16 en un colegio exigente ¿está mejor preparado que el que saca 18 en un colegio relajado? Dilucidar esto es siempre un problema cuando la comisión de admisión de una universidad internacional tiene que escoger entre diversos postulantes que vienen de distintos colegios a la hora de asignar cupos limitados. Lo mismo cuando una universidad internacional debe escoger a los admitidos a un posgrado con cupos limitados.

El sentido común diría que hay diferencia entre la nota tomada como un dato aislado, absoluto, de lo que es una nota tomada en términos relativos, comparada con las que obtienen los demás compañeros. Es decir, tener 18 y estar a media tabla de una promoción supone un menor desempeño que tener 16 y estar en el primer lugar de la promoción.

Sin embargo, las evidencias de la investigación parecen mostrar que los integrantes de las comisiones de admisión de alumnos, ya sea a universidades o a posgrados se dejan llevar más por la nota promedio absoluta que por la posición relativa del alumno en su grupo de referencia. En otras palabras, si los profesores “regalan” y elevan los promedios de sus alumnos, le están dando ventajas para sus futuras postulaciones frente a los alumnos cuyos profesores son más exigentes para colocar notas altas.

Una de las instituciones que trató de poner freno a la inflación de promedios que los profesores otorgaban a los estudiantes fue la Universidad de Princeton, en la que 47.9 % de alumnos obtenían nota A. En el año 2003 decidieron limitar ese número al 35% por cada profesor y con ello hacer una deflación de notas en todo el alumnado. Sin embargo, como otras universidades no siguieron la misma pauta, esto perjudicó a sus graduados.

Un estudio que realizaron las facultades de administración de negocios de las universidades de California-Berkeley y Harvard y la encuestadora CivicScience Inc. mostró que tener puntajes más bajos afectaba la posibilidad de ser admitidos en las más prestigiosas escuelas de graduados.

Sam Swift (California) y sus colegas realizaron una simulación con 23 funcionarios de admisiones que evaluaron a 9 supuestos postulantes con similares características en sus antecedentes con todos los datos necesarios para dares cuenta que eran muy destacados respecto a sus pares, pero unos tenían un promedio general de notas absolutas más altos que los otros. El resultado fue que los que tenían mejores notas absolutas tuvieron ventaja que los que tenían menores notas absolutas. (There’s a Good Reason Grade Inflation Is Here to Stay 6/12/ 2013, By Lauren Zumbach )

Los investigadores analizaron luego 30,000 postulantes a escuelas de negocios de elite, y una vez más encontraron que con un GPA escolar más alto tenían mayores probabilidades de ser admitidos. Para ello bastaba tan solo tener un adicional de una desviación estándar sobre el promedio (una diferencia de 0.17 sobre 4). Encontraron un 31% de ventaja en los que tenían mejor promedio.

Los estudiantes de Princeton encontraron que con un 3.5 de GPA en Princeton tenían la misma posición relativa que con 3.66 en Harvard, perjudicándose en sus postulaciones.

Lo mismo ocurría con la empleabilidad. Cuando se consultó a 129 ejecutivos de negocios que debían evaluar a 12 candidatos para una promoción en una aerolínea, basado en el porcentaje de puntualidad en la llegada a los aeropuertos recibieron mejores puntajes los más puntuales sin importar si ellos eran los responsables de las demoras o la densidad de aviones de cada aeropuerto.
Swift sostiene que las notas altas o puntajes altos están muy instalados en nuestras mentes como sinónimo de mejor desempeño y mientras eso no cambie, las notas comparativas más bajas perjudicarán a los estudiantes.

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