A diferencia de la educación tradicional autoritaria y rígida, con reglas fijadas por los padres en estos tiempos, la pérdida de autoridad, estructura y disciplina en muchos hogares modernos ha producido una sensación de desorientación y desamparo en los hijos durante su desarrollo infantil y adolescente. Una investigación inglesa, dirigida por Marina Milburn con 2136 jóvenes de 16 a 25 años de edad, encontró una relación directa entre la falta de estas rutinas y el pobre desempeño escolar. Los que no tenían horarios para comidas tenían menor desempeño escolar (30% contra 14%). El 39% de los egresados con más bajo rendimiento de la secundaria no tenían hora fija para ir a dormir.

Los niños y jóvenes que crecen sin estructura y dirección tienden a estar menos satisfechos consigo mismos y tener menos autoconfianza que sus pares. Un tercio de los alumnos de pobre desempeño dijeron que usualmente se sentían rechazados comparados con el 22% del resto. La proyección a futuro señala que estos jóvenes con desempeño más bajo tendrán mayores probabilidades de estar desempleados o poco remunerados (Prince’s Trust: Grades hit by lack of routine; BBC News, 3/1/2012).

Todo esto es de puro sentido común. Sin embargo, no debe confundirse la importancia de tener una vida estructurada, disciplinada, limitada que incluya algunas rutinas y horarios diarios en actividades esenciales, con la rigidez que supone que todos los niños tengan que tener idénticos horarios y hábitos para cumplir sus obligaciones académicas.