¿Qué debe hacer un maestro para que no haga una trabajo superficial de la educación? (En Sondeo mural entrevista a León Trahtemberg; Mural Unión Marzo de 2014 Pag. 10)

Lo que más recuerdan los alumnos de sus maestros no es su dominio del curso, su capacidad didáctica, su carisma; sino el hecho que están allí para sus alumnos. Porque al final de cuentas, la mayoría de los alumnos no recordarán las clases por bien planificadas que hayan sido, ni las anotaciones en los trabajos… Van a recordar al maestro, su amabilidad, empatía, cuidado y preocupación por los alumnos. Recordarán su risa amable, el tiempo que se tomó para escucharlos sin prejuicios para saber cómo están; aquella conversación en la hora del recreo. Al final de cuentas, lo que importa es la persona del maestro.

¿Qué diferencias trascendentales existen entre la disciplina y la censura del educando?

La disciplina expresa la capacidad de una persona de comportarse en función a ciertos valores y normas. Ésta empieza con un “policía o semáforo externo” (padres, maestros) que poco a poco es incorporado para convertirse en “policía o semáforo interno”. Cuando eso ocurre, se construyó la autodisciplina. La disciplina por convicción propia. Cuando un niño no tiene ese espacio para hacer esa transición, y está muy reprimido y aplastado por normas externas, el alumno se sentirá asfixiado, censurado, y cumplirá las normas por miedo y no por convicción. Eso se terminará el día que tenga el coraje para transgredirlas. Reprimir a los alumnos, censurarlos en su conducta y expresión, no ayuda mucho a aprender a autoregularse.

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