El aprendizaje ocurre cuando el alumno quiere aprender, y no cuando el profesor quiere enseñar, en concordancia con la idea de que el aprendizaje debe centrarse en el alumno y no el profesor o el programa. Pero entonces ¿cómo se hace calzar el interés del momento de los alumnos con un programa fabricado con meses o años de anticipación? (León Trahtemberg).

Si un alumno quiere explorar e investigar las mariposas, pero el profesor quiere desarrollar el tema de los animales domésticos porque así está en el programa, lo más probable es que el alumno no aprenda nada. Su interés está en otro lado. Pero si el profesor detecta que el alumno quiere saber más sobre mariposas y organiza la clase para que trabajen ese tema, es altamente probable que el alumno ponga su interés y atención en eso y que aprenderá mucho sobre el tema (y quizá hasta quiera seguir investigando por su cuenta).

Si ocurre un terremoto y eso angustia a los alumnos, ese es el momento para recoger de los alumnos sus inquietudes, explorar la información que tienen sobre este fenómeno y dar rienda suelta a su curiosidad haciendo preguntas, actividades, ver las consecuencias por TV y realizar experiencias que le permitan investigar el fenómeno y temas afines, como por ejemplo, por qué se hacen evacuaciones y cuáles son los sitios más seguros.

Si varios alumnos faltan porque se enferman de gripe causada por un virus, ese es el momento para animarlos a trabajar el tema de los virus: qué son, cómo se transmiten y afectan al ser humano, otras enfermedades causadas por el virus, prevención, etc. lo cual calzará mucho más con su motivación e interés que esperar al 2do. bimestre de Biología de 3ero de secundaria para traer el tema porque así está en el programa.

En otras palabras, hay que trabajar en clase los temas que los alumnos traen como elementos de su interés y curiosidad, porque en ese momento sintonizarán con las máximas posibilidades de aprendizaje de los alumnos, en vez de exigir de los alumnos que trabajen los temas en el momento que aparezcan en el programa, así toda su motivación e interés por el tema esté ausente o apagada. Allí radica el arte de ser profesor.

Mientras la rigidez de cumplir los programas según la secuencia que aparecen en el diseño curricular dominen los quehaceres de las clases (pese a que éste no fue hecho pensando en los alumnos y colegio específico en el que se aplicará), se seguirán perdiendo las infinitas posibilidades de aprendizaje que emanan del genuino interés de los alumnos.

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