EPITAFIOS INCOHERENTES (León Trahtemberg)
A cada rato leo y escucho discursos de despedida a una persona conocida que fallece, con una serie de evocaciones afectuosas y elogiosas a su obra, trayectoria, aportes, valores… y no puedo evitar pensar ¿por qué esperaron a que muriera para decir todo eso? ¿es la muerte una lavandería de conciencias?

Por ejemplo, si su economía era precaria ¿por qué sus lamentadores adinerados o los funcionarios públicos de su sector no fueron capaces de darle un opción de ingresos que aliviara su economía en vida?. Si su salud era precaria y no contaba con una buena atención médica ¿por qué no lo apoyaron con un buen tratamiento médico?

Ocurre frecuentemente con intelectuales, artistas o científicos distinguidos, a los que incluso les dan medallas póstumas. ¿Por qué los elogiadores póstumos de su obra -especialmente los líderes y autoridades políticas que se exhiben en sus funerales- no hicieron algo para incorporar sus aportes a la actividad concerniente al elogio? ¿Por qué si el personaje reconocido no sale en los medios, no aparece ninguna autoridad que procure su bienestar?

Hasta cuando escucharemos “fue una gran persona, (cantante, artista, periodista, científico, investigador, escritor…) llena de generosidad y solidaridad, digno ejemplo de padre (o madre) y amigo…etc. etc… que murió en la indigencia, rodeado de sus seres queridos (o inclusive solo y abandonado)

Hace poco vi una película en la que un periodista tenia por función inventar textos para avisos fúnebres de desconocidos que morían solos, o a pedido de los familiares, de modo que el aviso en prensa no quedara vacío.

Quien sabe sería bueno instaurar la costumbre de pedir que nos escriban nuestro epitafio en vida, de modo que el autor del comentario tenga la oportunidad de mostrar con hechos que realmente siente lo que dice. O, darle así la oportunidad de ser honesto y no decir nada.

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