El Tiempo Piura 23 08 2014

Si tienes buenos amigos tratarás bien a tus hermanos

La sabiduría popular dice que un niño que nace en hogar con hermanos, tendrá más interacciones sociales que en el caso del hijo único, lo cual le permitirá desarrollar mayores habilidades sociales para toda su vida. Pero eso ignora el hecho que esas interacciones no necesariamente son positivas y que pueden acumular más interacciones negativas que positivas. Las investigaciones sobre hijos únicos muestran que comparativamente les va mejor en la escuela (EE.UU.); las hijas únicas hacen 15’ menos de actividad física al día (Australia) y que los pre escolares hijos únicos tienen menos destrezas físicas (Alemania). Según Hildy Ross los hermanos entre los 3 y 7 años se pelean como media 3.5 veces o 10’ por hora. Solo una de cada ocho peleas termina en acuerdos o reconciliaciones. En las otras, uno de los hermanos se retira, generalmente después de que el mayor ha tiranizado o avergonzado al menor. En general, los niños no tienen incentivos para actuar amablemente con sus hermanos porque ellos siempre estarán allí, pase lo que pase (información tomada del libro “Educar Hoy” de Bronson y Merryman,2009, Cap 6).

Laurie Kramer encuentra que el patrón de relaciones entre hermanos se instala desde pequeños y se mantiene luego en la vida adulta. Cuando el balance es negativo, este predice una mala relación entre hermanos en el futuro; en cambio si las peleas se intercalan con mucha diversión y cooperación, las relaciones futuras serán buenas. De modo que la intervención de los padres para prevenir conflictos y crear situaciones en las que todos los hijos la puedan pasar bien es el camino deseable. En cambio, la intervención directa de los padres en esas peleas entre hermanos puede producir más daño que beneficio, porque su intervención suele estar en la línea de exigirles compartir un juguete o separar a los hermanos, con lo que se les priva de la oportunidad para aprender a negociar y respetar las necesidades mutuas. Más grave aún es cuando el padre termina la discusión con expresiones como “Basta; estoy harto”.

Tampoco la literatura infantil ayuda mucho. Laurie Kramer revisó 261 libros que retrataban relaciones entre hermanos, encontrando que había interacciones de ambos tipos pero que frecuentemente aludían a cómo los hermanos mayores abusaban de los menores.

Resultaba fundamental tener la respuesta del por qué se pelean los hermanos, lo que normalmente se asume a partir de las teorías freudianas que dirían que se trata de una disputa por el amor de los padres. Pero la investigación psicológica reciente solo la detecta en 9% de los casos. Más frecuente (80% en los mayores y 75% en los menores) es la disputa por las posesiones físicas. Además, un 39% de las peleas arrancan para continuar con peleas anteriores, sobre todo cuando los menores están molestos con los mayores.

Laurie Kramer descubrió algo interesante observando a niños desde antes del nacimiento del hermano: aquellos que jugaban bien con sus mejores amigos, lo hacían luego también con sus hermanos menores. Algo así como que los niños mayores se entrenan con sus amigos para después aplicar lo aprendido con los hermanos menores. Por eso es que para que las relaciones entre hermanos sean buenas, debe haber amistad entre ellos, relación e beneficio mutuo, y eso se aprende con los amigos –con quienes cultivar buenas relaciones implica desarrollar habilidades sociales-, que luego transferirán a sus hermanos.

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