El apartheid que afecta a la infancia peruana
Por León Trahtemberg

En mi intervención como panelista el 18 de septiembre del 2014 en el III Encuentro Nacional por la Primera Infancia organizado por “Inversión en la Infancia” compartí con los oyentes una preocupación que me persigue desde hace tiempo. Me he preguntado muchas veces qué es lo que hace que lo que un papá o mamá haría de inmediato con su hijo que tiene un dolor, enfermedad, problema escolar, etc. no está dispuesto a hacerlo por los hijos de los otros, en el momento de convertirse en autoridad o funcionario público. Qué hace que lo que uno quiere para su hijo no importe si es para el hijo del otro.

Pienso que aquí hay un problema cultural y de valores que viene desde hace 500 años atrás y que nunca fue reparado, que se deriva de la fractura original de la sociedad peruana con la conquista española, su segmentación por razones geográficas, culturales y socioeconómicas. Eso hace que los unos sean indiferentes a los otros que solo se vuelven visibles cuando hay un conflicto usualmente con expresiones de violencia. Explotar, reprimir, abusar o, protestar, reclamar, agredir, es la forma de comunicarse entre unos y otros.

Acá hay un problema de la vigencia de notables (dis) valores: indiferencia, egoísmo, discriminación, exclusión, incapacidad de ponerse en el lugar del otro, todo lo cual configura un escenario de mutuo apartheid social en el que los peruanos del “Perú 1” y los del “Perú 2” no tienen puntos de encuentro naturales para convivir horizontalmente y hacer cosas juntos a lo largo de la mayor parte de su vida.

Los del “Perú 1” nacen en hogares acomodados, asisten desde temprana edad a centros de salud, parques, clubes y centros educativos privados, y luego a universidades privadas; después se pos gradúan muchas veces en el extranjero y seguidamente entran con ventaja al mundo empresarial, algunos heredando el patrimonio familiar y otros ocupando los cargos privilegiados en la industria, comercio y profesiones liberales que son buscados por los empresarios del “Perú 1”.

Los del “Perú 2” nacen en hogares pobres, se crían mal nutridos y desatendidos en su salud, educación y recreación. Recién a los cinco o seis años de edad asisten a un colegio estatal que suele tener precarias condiciones, frecuentemente atendidos por maestros de insuficiente formación y limitada sapiencia pedagógica. A esos niños les toma 16 en lugar de 11 años terminar el colegio, del que además egresan sin saber casi nada. Así, tienen que costear academias para ingresar a las universidades estatales. Si lo logran, quedan condenados a ambientes de trabajo y laboratorios precarios, catedráticos sin reciclar y bibliotecas desactualizadas. Los egresados difícilmente encuentran un buen trabajo profesional, teniendo que resignarse a empleos mal remunerados bajo las órdenes de sus pares del “Perú 1”.

Si pensamos en la identidad peruana compartida, ¿dónde se encuentran de igual a igual los peruanos del “Perú 1” con los del “Perú 2” para socializar, conocerse, interactuar, construir una visión compartida de país, coparticipar en proyectos de igual a igual, defender los derechos comunes y ser solidarios unos con otros?

Sin duda estoy generalizando para fines didácticos porque las cosas no son tan tajantes pero lo que quiero relevar es que nadie puede apreciar a quien no conoce, ni jugársela solidariamente o compartir sueños, proyectos y luchas de quienes no conoce ni siente cercanos. Esta fractura nacional en dos ghettos incomunicados no nos augura alguna viabilidad como nación pacífica. Siendo así difícilmente la infancia conformada por “los hijos de los otros” entrarán en la agenda de quienes tiene resuelto su problema en el mundo de las soluciones particulares.

Con estas ideas como telón de fondo, les hago a continuación algunas propuestas en favor de la infancia peruana que considero viables:

1). Crear la Autoridad Nacional por la Infancia, a cargo de un líder visible con rango ministerial al lado del Presidente de la República o el Primer Ministro, que debe rendir cuentas mes a mes por sus acciones, usando el infobarómetro como una de sus herramientas (la infancia no tiene un padrino o madrina visible desde que las primeras damas renunciaron a liderar la Fundación por los Niños del Perú e instituciones similares). Una figura equivalente debería haber en cada municipio y cada gobierno regional al lado de la máxima autoridad electa.

2). Crear espacios de encuentro entre “Perú 1” y “Perú 2” para romper los apartheid de la sociedad peruana que mencioné en la introducción. Una opción que impactaría directamente en la infancia es la de movilizar a un gran movimiento de voluntarios del distrito que haga que cada voluntario se ocupe de supervisar la situación de la infancia en las 4 ó 8 cuadras que le sean asignadas en el en el distrito (que quedaría dividido por áreas de ese tamaño c/u a cargo de uno de los voluntarios). Un voluntariado masivo y muy organizado como el del ADAINEN, que dé la oportunidad de acercar a unos con otros, que pueden empezar a sentir, comprender e identificarse unos con los otros teniendo como objetivo común la infancia bien atendida.

Ayudarían también iniciativas que no estén referidas directamente a la infancia sino a la integración entre todos los peruanos para que “los otros” nos importen a todos. Propongo crear excelentes escuelas nacionales estatales del más alto nivel en artes plásticas, ciencias, tecnología de vanguardia, teatro, música, deportes, campamentos ecológicos, con profesores sobresalientes, que se conviertan en un lugar deseado por todos -sea que provengan del mundo educativo privado o del público- cuyo alumnado se seleccione por sus potencialidades y méritos sociales y no por su condición económica. Espacios como éstos pueden forjar los liderazgos peruanos del futuro combinando la integración social con la formación de excelencia.

3). Plantearle al empresariado de la mediana y gran empresa un desafío colectivo que rompa el aislamiento de las iniciativas individuales, a partir de una visión y misión compartida sobre lo que podrían hacer de manera corporativa en favor del país. La principal meta debiera ser llevar todos los indicadores de déficit de la infancia a cero en un plazo de 2 años.

4). Los padres de familia tienen la oportunidad en los procesos electorales de elegir a quienes tengan una ejecutoria cercana a la infancia de modo que esa sensibilidad por los niños no sea electorera sino estructural en sus vidas.

5). Los medios de comunicación tiene la responsabilidad de hacer sexy el tema de la infancia. Dado que el que no llora no mama, hacer visible el llanto de los niños que actualmente es invisible y que se expresa en las muertes prematuras, enfermedades, fracaso escolar, violencia y delincuencia de jóvenes que en su infancia no tuvieron la atención afectiva oportuna.

En suma, más allá de las muchas otras miradas al tema de la infancia, poco lograremos si el Perú sigue siendo un país fracturado y maltratador de la infancia. Revertir la insensibilidad y despreocupación que de ello se desprende es una de las grandes tareas de la integración, el desarrollo nacional y particularmente, de la dignificación de nuestra infancia.

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