El Tiempo, Piura 11 10 2014

El reciente proceso electoral ha instalado sentidos comunes de la vida política que son más poderosos que todos los programas de educación cívica y de valores que se pueden desarrollar en los colegios. Al normalizar los conceptos de que “las promesas nunca se cumplen” o “roba pero hace obra”, corroborado por el hecho de que varios candidatos presos o fugados han sido elegidos, se está modelando la visión de lo que es el quehacer político normal de nuestra sociedad. De eso aprenden los niños y jóvenes de hoy, que serán los gobernantes, legisladores, jueces, fiscales, policías o funcionarios de mañana y reproducirán lo aprendido.

La segunda dimensión educativa es la notoria ausencia de la infancia y educación como temas centrales de campaña de los candidatos a gobernantes regionales, alcaldes provinciales y municipales. Ningún candidato aparece como enamorado de la educación. La mención del tema es siempre periférica, de relleno en el discurso electoral. Es un tema que no despierta pasión. Los candidatos no sienten que la educación sea un tema sexy, que atraiga pasiones y convoque votantes.

Los llamados a cambiar esto son los jóvenes de la nueva generación que están hoy en el colegio. Pero eso requiere que sean rebeldes y contestatarios frente a los adultos que han hecho de la corrupción y trasgresión un valor (padres, políticos, autoridades). Pero eso no es cómodo para los profesores que prefieren las aguas tranquilas: alumnos apáticos, que no preguntan ni opinan, confrontan o cuestionan. “Cállate y obedece” no son consignas que llaman a la confrontación. Entonces ¿de dónde saldrán los líderes del cambio social?.

La mejor opción para revertir nuestra agonía educativa y decadencia ética es que el próximo presidente del Perú muestre la talla de estadista capaz de convocar a la unidad nacional por la educación a todos los sectores profesionales, empresariales y políticos, enamorarlos de la educación, proponer una drástica reforma para los siguientes 10 años y apuntalarla diariamente contra viento y marea. Si la educación es un tema de un solo partido, todos los otros se opondrán y el cambio de gobierno finalizará la reforma. Si hay un pacto político y “la reforma es de todos”, se podrá sostener en el tiempo hasta cosechar los frutos.

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