Correo 24 10 2014

El uso de las notas para evaluar el desempeño de un alumno es muy discutible tanto por lo que significa medir sus logros en función de un estándar arbitrario como en cuanto a la introducción del factor de comparación y competencia entre alumnos que quedan jerarquizados según su orden de mérito. Se diferencia entre los mejores y peores, ganadores y perdedores, aprobados y desaprobados. Además, se asume algo irreal: que todos los alumnos son iguales y aprenden igual por lo que con una misma fórmula de evaluación y escala de notas se puede identificar con equidad los méritos de c/u.

Pero asumamos por un momento que jerarquizar y poner notas por el desempeño sí tiene algún sentido. Eso supondría que el mejor alumno en cada curso debería tener nota 20. Sin embargo, eso ocurre rara vez, les ponen 18 o 19, porque a los alumnos se les evalúa como en la gimnasia olímpica, penalizando cada falla con reducción de décimas a partir del puntaje perfecto 10.

El mensaje a los alumnos de que se espera de ellos la perfección y que cualquier falla está penalizada ¿los alienta a intervenir libremente en clase, arriesgar planteamientos innovadores, confrontar opiniones del profesor, ser crítico, creativo, sabiendo que si “se equivoca” será sancionado con la pérdida de puntos?. ¿Algún inventor ha logrado descubrir algo sin haberse equivocado nunca y sin aprender de sus errores?. Errar debe ser parte sustantiva del aprendizaje. No debería penalizarse.

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