El Tiempo, Piura 26 04 2015

Tradicionalmente el Perú ha visto con cierto desdén a Bolivia y Ecuador, como los vecinos inferiores. Inclusive la elección y re-elección de Evo Morales y Rafael Correa es motivo de críticas desde la perspectiva político-económica y control de medios de comunicación cuando en el Perú no tenemos mucho de qué enorgullecernos en esos aspectos. Por lo demás, todavía no terminamos de digerir la idea de que hace rato Bolivia y Ecuador nos han sacado ventajas en actividades como el fútbol y otros deportes, a lo que se ha ido sumando sus iniciativas en materia de educación. Tendemos a mirar con admiración a Chile, aunque su educación anda mal, o más arriba aún a países como Finlandia o Corea del Sur, cuando tenemos mucho que aprender aquí no más, muy cerca, de lo que están haciendo en Ecuador y Bolivia (EBI).

Ecuador ha venido planteando estrategias prácticas y sencillas pero de gran impacto para dar un salto hacia el desarrollo de la investigación, ciencia y tecnología con miras a generar patentes que agreguen valor a la producción de bienes y servicios ecuatorianos.

Al 2014 han entregado 10,000 becas para doctorados y posdoctorados en las mejores universidades del mundo, a la par que han desarrollado el proyecto Prometeo por el cual se invita a investigadores y docentes especializados ecuatorianos y extranjeros de todo el mundo para trabajar en universidades e instituciones ecuatorianas con sueldos internacionales por períodos de 2 a 12 meses, lo que dure su investigación. El Código INGENIOS establece que se entrega el 40 % de la Propiedad Intelectual al investigador y el 60 % a la institución en la que se realizó la investigación. Este fortalecimiento de la investigación científica en las universidades ya arroja resultados interesantes pues el número de patentes solicitadas desde las universidades ecuatorianas pasó de un promedio de 1,3 a 8 en el año 2014.

A la par se incentiva a las empresas privadas para producir innovaciones acogiendo a estudiantes de carreras en la modalidad dual para que ejerzan prácticas en sus empresas e industrias a cambio de la deducción para el cálculo de la base imponible del Impuesto a la Renta (versión mucho más inteligente que la de la fracasada ley “pulpín”)

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