Correo 08 05 2015

Tres fuerzas han dominado la historia del Perú que impidieron su despegue a diferencia de Australia, los países nórdicos y los emergentes asiáticos. Una, nuestra historia de alternancia entre gobiernos militares y civiles que se descalificaban mutuamente fracturando cualquier posible continuidad de un proyecto nacional y una inercia positiva acumulativa desde el pasado hacia el futuro. Otra, el desprecio por la investigación científica y las carreras de humanidades y artes. Esas son las actividades intelectuales que permiten estudiar e imaginar creativamente una sociedad peruana articulada, inclusiva y viable, más allá de su rol como productor de materias primas.

La tercera, es la falta de generación de valor agregado y los enormes niveles de pobreza y exclusión, resultado de la falta de inversión en educación, ciencia, tecnología, que han hecho del Perú un país regido por abogados y economistas orientados a producir telarañas de leyes y preocuparse mayormente por el bienestar de las empresas, con propósitos políticos populistas, cortoplacistas y de interés solamente sectorial, sin conducirse coherentemente en torno a una visión de país. Finalmente, la ausencia de un liderazgo visionario capaz de plantearle al Perú visiones y metas ambiciosas y de organizar a la clase política y empresarial en torno a ciertos objetivos nacionales con los que pudieran identificarse todos los peruanos.

Avanzaríamos mucho si en el próximo proceso electoral los candidatos pudieran ofrecerle a la comunidad peruana una visión de país viable y los compromisos ineludibles asociados a ella.

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