Correo 19 06 2015

En su artículo “Down With Textbooks” David Cutlerjan critica el uso que se hace de los textos escolares de historia en los Estados Unidos porque le dan a los estudiantes una pobre comprensión de lo que realmente significa estudiar historia (“The Atlantic” 31/1/2014)

Los textos de historia la presentan como algo acabado, que no cambia, pese a que la historia es continuamente revisada y reinterpretada. Además, son unilaterales y ofrecen una visión histórica centrada en personajes varones blancos.

Sin postular tesis o argumentos a investigar o rebatir, los textos no reflejan la manera como los historiadores abordan los problemas históricos. Todo lo escrito en los textos es predecible, los problemas ya fueron resueltos, no hay conflicto ni suspenso, y se excluye todo aquello que puede parecer negativo para el idealizado carácter nacional. Por lo demás, tienen tanta información que impiden al lector comprender lo esencial lo que los torna en ilegibles. Más sentido sería llevar a los alumnos a investigar temas más limitados pero usando diversas fuentes primarias, apoyados además en materiales multimedia, documentales, visitas a lugares históricos y entrevistas a expertos.

Posiblemente por un tiempo más se usarán textos de historia, especialmente los que son interactivos e invitan a los alumnos a interesarse por diversas fuentes y llevar a cabo investigaciones sobre los temas de su interés. Pero aun así, nada reemplazará al buen maestro de historia, motivado, capaz de generar pasión por la historia en sus alumnos.

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Informe de Educación de Hugo Díaz (INIDEN) sobre los textos escolares que distribuye el MineduReplantear el sistema de adquisición de textos. Países vecinos, como Brasil y Chile, han buscado soluciones a este problema creando mecanismos de producción y distribución de textos escolares transparentes y que se integran a los procesos de ajuste curricular y de capacitación docente. Así, por ejemplo, en Brasil, el proceso dura aproximadamente tres años y se inicia, durante el primer año, con la definición de los cambios curriculares que orientarán la producción del nuevo material. El siguiente paso es la convocatoria a las editoriales para que elaboren sus propuestas. Las mismas deben presentarse en formato estándar, sin ninguna señal que permita identificar al autor. El tercer paso es la revisión de cada propuesta de texto por especialistas de la academia seleccionados con reserva y que desconocen quién es el autor del texto que evaluarán. Todos los textos que logren una evaluación satisfactoria son difundidos en ferias estaduales y locales en donde directores y docentes expresan sus preferencias, concluyéndose con un ranking de los textos mejor valorados. Es a partir de ese momento que se inicia una nueva etapa: la negociación económica.