El Tiempo, Piura, 20 06 2015

Dar un nombre a los hijos al nacer puede ser intimidante porque etiqueta al niño por toda su vida. Para muchos es una proyección de los deseos o expectativas futuras sobre el niño que tienen sus padres. Hay los que buscan un nombre popular, frecuente; hay los que buscan un nombre único, especial, raro; hay los que colocan el nombre de un familiar cercano para mantener la continuidad transgeneracional o la llama encendida de algún fallecido.

En EE.UU. en 1946 los 10 nombres más populares se repetían en 33% de la población de nacidos. Hacia 1987 bajó a 20% y para 2007 bajó al 8%. El valor cultural prevaleciente pasó de la pertenencia a la diferenciación. Darle nombre a un niño ahora se asocia con darle el nombre a un producto que se desea sea único y en ello lo que hacen las celebridades con sus hijos lidera esta tendencia, que luego es imitada por sus seguidores.

Es interesante que cuando se revisa la publicidad de revistas coreanas, los mensajes publicitarios frecuentemente incluyen conceptos del tipo “este producto tiene el soporte de la tradición, como siempre se ha hecho en Corea”. En cambio en EE.UU. se marca la idea de que “esto es algo nuevo, único, nunca visto, original, especial para tí”.

El mundo digital abona en la misma dirección “My Space y Facebook permiten tener una página única, personal. En Second Life uno puede crear su propia realidad virtual. Los medios dejaron de ser una experiencia colectiva para convertirse en una individual.

Todo esto se refuerza con mal entendida educación para la confianza, en la que se cree que la autoestima de un niño se levanta cuando se le hace sentir único y especial, o en otros términos, mejor que el resto, cuando en realidad lo que se está haciendo es debilitarlos. Amar a los niños y decirles que se les ama no equivale a decirles que son especiales. Con ello se les desarma para las inevitables futuras situaciones de derrota o frustración. La educación debería lograr que los niños no crean que el mundo gira en torno a cada uno de ellos, sino que ellos deben aprender a adecuarse al mundo que tiene sus propias pautas de funcionamiento.

Artículos afines

Cultura del «Makeover» daña la autoestima de niños y jóvenes Revista Padres (Cosas) # 201, 01 Abr 2015