¿Es este el colegio para mi hijo? León Trahtemberg en la Revista Padres-Cosas # 205 del 21 07 2015
(esta es la versión breve publicada en la web de COSAS. La completa en la revista impresa)

Observemos lo que pasa en una típica clase tradicional. La alumna Juana resuelve muchos ejercicios del libro y completa otro tanto diariamente en casa como tarea. Estudia para sacar buenas notas y, en el colegio, están muy complacidos por sus logros en las pruebas estandarizadas, que le son reconocidos con premios y felicitaciones constantes. El profesor de Juana, un carismático orador, prepara con cuidado sus clases focalizándose siempre en el programa y usando secuencialmente el texto escolar escogido. Toma exámenes todas las semanas para monitorear el avance de los alumnos. Pero ¿qué tiene de malo todo esto? Desde la mirada tradicional, nada. Desde la perspectiva del desarrollo de la autonomía y el cultivo de la motivación intrínseca por el aprendizaje, prácticamente TODO. Vemos que la vida escolar de Juana gira en torno a ejercitarse con los temas preestablecidos por el libro o por el profesor, sacar buenas notas, hacer bien lo que otros esperan de ella y complacer a los demás para recibir reconocimientos. Se mecaniza haciendo muchos ejercicios del libro en la clase, pese a que una buena clase debería ser un escenario para discutir, deliberar y construir conocimientos.

Hace una gran cantidad de ejercicios como tarea en su casa, cuando esa costumbre de convertir la casa en una extensión de la escuela es una de las principales causas de la desmotivación de los alumnos hacia el trabajo escolar. Juana estudia para sacar buenas notas, lo que hace que no estudie ni se interese en nada que no tenga el incentivo de las notas. Por lo demás, nada de lo que hace en clase la prepara para desarrollar un pensamiento propio, original, “salirse de la caja” y ser creativa. Su entorno se complace por sus logros en las pruebas, lo que para ella significa que, si no logra buenas notas, recibirá la reprobación de su entorno. Si su autoestima depende de estos logros, será una “notadependiente” y tendrá serios problemas cada vez que enfrente una dificultad o un fracaso. El profesor orador que prepara las clases con anticipación, focalizado en el programa, no toma en cuenta para nada lo que los alumnos pueden aportar para darle rumbo al desarrollo de la clase y generar, con ello, el involucramiento genuino de los alumnos.

Su rol como orador perdió de vista que, en estos tiempos, lo que se espera de un buen profesor es que sea un facilitador del aprendizaje de los alumnos. Usar un solo texto escolar como biblia pierde de vista que el cultivo de la capacidad crítica de los alumnos requiere que confronten versiones diversas de distintas fuentes sobre un mismo tema y no quedarse con solo una (la del texto escolar). Si el profesor toma exámenes semanales, los alumnos estudiarán para los exámenes dejando de lado todo lo que no entra en ellos, y convertirá el aula en una academia para prepararse para exámenes más que en un espacio educativo de construcción de conocimientos. Finalmente, se deduce de la lectura que cada alumno trabaja por su cuenta y rinde cuentas por sus resultados individuales, cuando la buena docencia debiera incentivar el trabajo colaborativo en grupo, para que los alumnos aprendan a construir conocimientos como producto de la deliberación colaborativa más que por inspiración individual.

CLASE DE HISTORIA

Observemos ahora algunos aspectos emocionales que ocurren en una clase de historia. El profesor parado frente a los alumnos les hace preguntas abiertas para explorar los conocimientos que tienen sobre el tema a partir de la lectura asignada la clase anterior. Unos seis alumnos inquietos en sus sillas levantan afanosamente las manos y las mueven con el deseo de intervenir y mostrar cuánto conocen del tema. A su vez, hay varios otros alumnos que más bien se sientan quietos, con la mirada gacha, esquivando la del profesor para tratar de pasar desapercibidos. El profesor va llamando a un par de los alumnos que pidieron hablar y los elogia por sus aportes. Ocasionalmente, también pide la intervención de alguno de los que quieren pasar desapercibidos, los cuales, frente a una respuesta errada o su silencio, serán recriminados públicamente y se les exigirá que se preparen mejor para la próxima clase. Concluida esta introducción, el profesor continúa desarrollando la clase exponiendo su tema y pidiendo eventualmente a los alumnos que hagan algún aporte a la clase.

¿Qué tiene de malo todo esto? Desde la mirada de la autonomía y el cultivo de la motivación intrínseca por el aprendizaje, prácticamente TODO. Es un modelo altamente competitivo que genera resentimiento y agresión mutua entre estudiantes. En esta clase, está en juego la competencia por el amor y la aprobación del profesor, que es uno de los personajes más importantes en la vida de los niños. Lamentablemente, así no se garantizará que los alumnos aprendan a apreciarse y entenderse unos a otros.

Aquel que sabe la respuesta correcta y que no fue llamado probablemente desee y espere que el que sí fue llamado se equivoque para tener la oportunidad de corregirlo. El que se equivoca, más aún si fue llamado sin haberlo solicitado, probablemente sienta vergüenza por quedar mal pero, a la vez, envidia y resentimiento por quien da la respuesta correcta. Los alumnos que se equivocan se llenan de celos y resentimiento frente a quienes aciertan, a los cuales buscarán que agredir ni bien se presente la oportunidad (apodos, insultos, esconderle sus cosas o cuadernos, agresión física en el campo, bullying, etcétera). El alumno exitoso, por su parte, tenderá a menospreciar al que no lo es, tratándolo de bruto o estúpido. Este proceso no es cooperativo ni alienta a nadie a ver a sus compañeros de modo benevolente ni a alegrarse por sus logros.

En FB https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/676955475738324:0?pnref=story

¿ES ÉSTE EL COLEGIO PARA MI HIJO? (Versión completa, impresa en la revista Padres-Cosas)
León Trahtemberg, educador
Veamos lo que pasa en una típica clase tradicional. La alumna Juana resuelve en clase muchos ejercicios del libro y completa otro tanto diariamente en su casa como tarea. Estudia para sacar buenas notas y en el colegio están muy complacidos por sus logros en las pruebas estandarizadas, que le son reconocidos con premios y felicitaciones constantes. El profesor de Juana, un carismático orador, prepara con cuidado sus clases focalizándose siempre en el programa, usando secuencialmente el texto escolar escogido. Toma exámenes todas las semanas para monitorear el avance de los alumnos.

¿Qué tiene de malo todo esto? Desde la mirada tradicional, nada. Desde la perspectiva del desarrollo de la autonomía y el cultivo de la motivación intrínseca por el aprendizaje, prácticamente TODO. Vemos que la vida escolar de Juana gira en torno a ejercitarse con los temas pre establecidos por el libro o el profesor, sacar buenas notas, hacer bien lo que otros esperan de ella y complacer a los demás para recibir reconocimientos. Se mecaniza haciendo muchos ejercicios del libro en la clase, pese a que una buena clase debería ser un escenario para discutir, deliberar y construir conocimientos. Hace una gran cantidad de ejercicios como tarea en su casa, cuando esa costumbre de convertir la casa en una extensión de la escuela es una de las principales causas de la desmotivación de los alumnos hacia el trabajo escolar. Juana estudia para sacar buenas notas, lo que hace que no estudie ni se interese en nada que no tenga el incentivo de las notas. Por lo demás, nada de lo que hace en clase la prepara para desarrollar un pensamiento propio, original, “salirse de la caja” y ser creativa. Su entorno se complace por sus logros en las pruebas, lo que para ella significa que si no logra buenas notas recibirá la reprobación de su entorno. Si su autoestima depende de estos logros, será notas-dependiente y tendrá serios problemas cada vez que enfrente una dificultad o un fracaso.

El profesor orador que prepara las clases con anticipación focalizado en el programa no toma en cuenta para nada lo que los alumnos pueden aportar para darle rumbo al desarrollo de la clase, generando con ello el involucramiento genuino de los alumnos. Su rol como orador perdió de vista que en estos tiempos lo que se espera de un buen profesor es que sea un facilitador del aprendizaje de los alumnos. Usar un solo texto escolar como “biblia” pierde de vista que el cultivo de la capacidad crítica de los alumnos requiere que confronten versiones diversas de distintas fuentes sobre un mismo tema y no quedarse con solo una (la del texto escolar). Si el profesor toma exámenes semanales, los alumnos estudiarán para los exámenes dejando de lado todo lo que no entra en los exámenes, convirtiendo el aula en una academia para prepararse para exámenes más que un espacio educativo de construcción de conocimientos. Finalmente, se deduce de la lectura que cada alumno trabaja por su cuenta y rinde cuentas por sus resultados individuales, cuando la buena docencia debiera incentivar el trabajo colaborativo en grupo, para que los alumnos aprendan a construir conocimientos como producto de la deliberación colaborativa más que por inspiración individual.

CLASE DE HISTORIA

Veamos ahora algunos aspectos emocionales que ocurren en una clase de historia. El profesor parado frente a los alumnos, les hace preguntas abiertas para explorar los conocimientos que tienen sobre el tema a partir de la lectura asignada la clase anterior. Unos seis alumnos inquietos en sus sillas levantan afanosamente las manos y las mueven con el deseo de intervenir y mostrar cuánto conocen del tema. A su vez, hay varios otros alumnos que más bien se sientan quietos, con la mirada gacha, esquivando la del profesor para tratar de pasar desapercibidos.

El profesor va llamando a un par de los alumnos que pidieron hablar y los elogia por sus aportes. Ocasionalmente también pide la intervención de alguno de los que quiere pasar desapercibido, el cual frente a una respuesta errada o su silencio es recriminado públicamente exigiéndole que se prepare mejor para la próxima clase. Concluida esta introducción, el profesor continúa desarrollando la clase exponiendo su tema y pidiendo ocasionalmente a los alumnos que hagan algún aporte a la clase.

¿Qué tiene de malo todo esto? Desde la mirada de la autonomía y el cultivo de la motivación intrínseca por el aprendizaje, prácticamente TODO. Es un modelo altamente competitivo que genera resentimiento y agresión mutua entre estudiantes.

En esta clase está en juego la competencia por el amor y la aprobación del profesor, que es uno de los personajes más importantes en la vida de los niños. Lamentablemente no garantizará que los alumnos aprendan a apreciarse y entenderse unos a otros.

Aquél que sabe la respuesta correcta y que no fue llamado, probablemente desee y espere que el que sí fue llamado se equivoque para tener la oportunidad de corregirlo. El que se equivoca, más aún si fue llamado sin haberlo solicitado, probablemente sienta vergüenza por quedar mal pero a la vez envidia y resentimiento por quien da la respuesta correcta. Los alumnos que se equivocan se llenan de celos y resentimiento frente a quienes aciertan, a los cuales buscarán que agredir ni bien se presente la oportunidad (apodos, insultos, esconderle sus cosas o cuadernos, agresión física en el campo, bullying, etc.) El alumno exitoso por su parte tenderá a menospreciar al que no lo es, tratándolo de bruto o estúpido. Este proceso no es cooperativo ni alienta a nadie a ver a sus compañeros de modo benevolente ni a alegrarse por sus logros.

EL ENFOQUE DEL COLEGIO.

Cuando los padres buscan “lo mejor para sus hijos” deben entender que eso implica interesarse en los beneficios y perjuicios previsibles de los diversos modelos educativos existentes y anticipar las consecuencias para su hijo o hija, sea que sean personas muy capaces o que tengan limitaciones en algunas áreas. Como nunca se puede saber a los 3 ó 4 años de edad si su hijo alguna vez tendrá dificultades en su vida escolar, estas reflexiones deben hacerse antes de elegir un colegio o cuando menos cuando los hijos presentan síntomas continuos de aburrimiento, falta de interés por el estudio o rechazo a su colegio.

En esta columna abordamos el valor de la vida en comunidad y el cultivo de la autonomía de los niños como factores cruciales en su formación. Por eso vale la pena señalar que ser autónomos, libres y originales en su pensamiento y capaces de autorregular sus conductas es un factor central para el desarrollo personal de los niños y niñas, así como su vocación por ser proactivos, investigadores, críticos, tener aprendizajes significativos y ser capaces por lo tanto de interactuar con la sociedad y el medio ambiente para transformarlos en beneficio de la humanidad.

Cuando los padres quieren evaluar lo que ocurre en el colegio al que asisten o asistirán sus hijos deben reflexionar sobre aquellas cosas altamente representativas que ilustran el enfoque educativo del colegio en los hechos. Por ejemplo, ¿los alumnos hacen lo posible por llegar temprano o tarde al colegio?; ¿buscan cualquier pretexto para salir de la clase, escaparse o faltar al colegio?; ¿se angustian y temen la recepción de la libreta y entrega de notas e informes a los padres?; ¿quieren hacer las tareas por sí solos o prefiere no hacerlas, copiarlas, o que la hagan los padres o profesores particulares?; ¿sienten confianza en su relación con las autoridades escolares o les temen y prefieren mantener su distancia?. En suma, es una institución que reta cotidianamente a los niños y niñas que así disfrutan de su vida escolar, aprenden, cultiven su curiosidad y autonomía, o es una institución en la que los niños son profesor-dependientes, programas-dependientes, notas-dependientes, cuya conducta se regula principalmente por temor a la desaprobación o sanción externa.

El común de los niños aprende a sobrevivir su vida escolar y se las arregla para pasar o para que no los sancionen por mala conducta. La pregunta es ¿cuánto de la experiencia escolar contribuye a cultivar su personalidad, inteligencia, socialización, aprecio por el ambiente, motivación, deseos de investigar y aprender, disfrutar de la asistencia escolar, y por otro lado, cuánto de la experiencia escolar le resulta un trajín aburrido, tortuoso, maltratador, estresante, el cuál debe sobrevivirlo a manera de impuesto por pagar para llegar a la adultez y poder acceder a una universidad?

Estas consideraciones deberían estar presentes en los padres al elegir el colegio para sus hijos.

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«Gamo, invitaba no solo a los padres , sino también a los docentes, a ser desobedientes cuando la ocasión lo merezca, como son las pruebas de evaluación externas. Si queremos que nuestros hijos sean críticos, debemos serlo nosotros mismos, obedecer y ser sumiso puede sonar políticamente correcto, pero así no es como se generan cambios en la sociedad.
Una sociedad que, por otro lado, se está transformando mucho más deprisa de lo que lo están haciendo muchos centros educativos»
El reportaje mostró que niños pequeños son expuestos a “asuntos de adultos”, similares a las entrevistas de trabajo, o exámenes de ingreso a la educación superior.
«Los aspectos en que las familias se fijan al elegir colegio son multifactoriales, muchas veces más relacionados a comunidades socioculturales de pertenencia que a proyectos pedagógicos particulares. El resultado es una ‘complicidad mutua’ entre colegios y familias, reñido con un principio elemental de justicia educativa, al configurar las trayectorias educativas de los niños en base a aspectos arbitrarios y extremadamente tempranos de sus vidas, indagados y detectados con “pinzas” en los procesos de selección por parte de los colegios.»