Diarios Regionales 04 10 2015

Años atrás, ser catedrático o investigador universitario significaba una opción de empleo estable y avance profesional que permitió dar tribuna a lo que hoy son destacados académicos e investigadores, tanto en EE.UU. como Europa y América Latina, incluyendo el Perú. En los últimos tiempos el panorama en esos continentes y países se ha ido invirtiendo para convertirse en una ruta hacia la inestabilidad profesional, precariedad laboral e ingresos al nivel de la pobreza. (The closing of American Academia, Al Jazeera America, August 20, 2015, Sara Kendzior).

La autora, que es antropóloga y catedrática contratada, relata que para asistir al congreso de la Asociación Nacional de Antropología que pueda significar un avance profesional para futuras entrevistas de evaluación para un nombramiento (que se celebra siempre en ciudades importantes y caras) tiene que pagar todos los costos de pasaje, inscripción y estadía, vivir en residencia de estudiantes y pagar 1,200, que consumen la mitad de su sueldo. Para hacer el curso de doctorado para avanzar en su carrera académica tiene que pagar 2,100 dólares por curso. Eso la convierte en parte del 67% de catedráticos no nombrados que deben renovar contrato cada seis meses, sin beneficios laborales ni de salud. Muchos de estos contratados reciben bonos alimenticios del estado para alimentar a sus hijos. Hay universidades de investigación que ofrecen a sus estudiantes de doctorado puestos de «Superior Teaching Assistant» con un sueldo de US $ 1,000 por semestre para darles la «oportunidad» de diseñar e impartir un curso para los estudiantes de pregrado que pagan alrededor de US $ 50.000 de pensión semestral.

Además de la enseñanza, a estos académicos no les pagan por hacer y publicar sus investigaciones. Los que se quedan con los ingresos que esto genera son los editores de las publicaciones que cobran tarifas altas por descargar esos artículos que así quedan bloqueados del público que no conoce a los nuevos investigadores. A veces los autores tienen que pagar US$ 3000 dólares a los editores para que les publiquen su investigación.

Esto avisora el fin de la opción de prosperidad para catedráticos e investigadores y una reconfiguración de las agendas de investigación que para ser de dominio público tendrán que ser complacientes con los poderes fácticos.

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