Correo 20 11 2015

La vida de un paracaidista depende de quién y con qué cuidado empaquetó el paracaídas, que suele ser una persona anónima a quién el paracaidista no conoce para a quien en buena cuenta le debe la vida o la posibilidad de desempeñar su profesión. Es una dependencia literalmente de vida o muerte. De cierta manera, ese empacador prepara a otros para cubrir sus riesgos en sus actividades futuras.

Por asociación de ideas me surge la pregunta ¿quiénes en nuestras vidas han hecho hacen de empacadores de nuestros paracaídas para que podamos desempeñarnos como lo hacemos hoy en día?

Por otro lado, para que nuestros hijos o alumnos puedan realizar en el futuro grandes tareas nuestra misión es la de empacarles de la mejor manera su paracaídas para que luego caigan bien parados donde quiera que quede su destino. Cuando ellos lleguen a ese punto, es probable que no tengan consciencia de lo que hicieron quienes empacaron su paracaídas, pero nosotros sabremos que tuvimos parte en ello.

Nos queda como tarea agradecer a quienes empacaron nuestros paracaídas por haberlo hecho bien, y legarle a nuestros hijos y alumnos la conciencia de que siempre habrá alguien que habrá empacado sus paracaídas a quien deberán un agradecimiento.

En estos tiempos en los que el agradecimiento a quienes fueron nuestros mentores es escaso (y es muy simbólico en esta indiferencia el hecho que se coloquen medallas póstumas a quienes merecieron gozar de algún reconocimiento en vida), vale la pena introducir en nuestra sociedad el valor de la gratitud como muestra de humildad, que hará de todos mejores personas.

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La muerte de la más grande idea ocurre cuando su inventor se enamora de ella. La muerte de todo buen estudiante ocurre cuando se cree el más listo de su clase y que no tiene nada que aprender de los demás. La muerte de todo gran profesor ocurre cuando se enamora del sonido de su propia voz y deja de escuchar las voces de los estudiantes. La muerte de todo gran director ocurre cuando cree que es el único que puede mover la escuela para adelante y deja de escuchar a los alumnos, profesores y padres a los que sirve.
La verdadera humildad demanda entender que el empoderamiento personal no debe venir a expensas del de alguien más. Pero no se trata solo de escuchar a otros que discrepan. Se trata de ceder el control, dar un paso atrás y dejar que otros hagan por sí solos. Dejar que otros sean dueños de sus ideas y dejar que hagan cosas que uno mismo jamás hubiera hecho.
(inspirado en diversos textos de Building School 2.0, Chase Lehmann, pags. 35/37)
http://www.trahtemberg.com/articulos/2630-la-humildad-cuenta-en-la-educacion.html
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«Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido»