Entender el sentido de la vida escolar (León Trahtemberg en el Suplemento Educación en la web de El Comercio, 7 de mayo del 2016)
El educador León Trahtemberg nos comparte su opinión sobre la importancia de conocer y valorar las fortalezas de cada alumno.

Los padres que ven a sus hijos sufrir en la escuela con las tareas, exámenes, trabajos, portando un sentimiento de invisibilidad por parte de sus profesores de sus particularidades y necesidades sociales y emocionales, suelen asumir que esos son hechos de la vida escolar que hay que sobrellevarlos. No conocen otras fórmulas por lo que inclusive podrían presionar a los colegios de sus hijos para que los alumnos hagan cientos de ejercicios, tareas, trabajos, exámenes y vivan bajo un control estricto de los profesores exigiendo un cumplimiento riguroso del currículo, programas escolares y disciplina autoritaria. Lo que no parecen entender es que hay un cúmulo de evidencias científicas de que ese régimen no aporta al aprendizaje significativo de sus hijos, y que todo ese supuesto aprendizaje se extingue al poco tiempo de concluidos los exámenes. Sirve de muy poco como habilidades para toda la vida, para aprender a aprender, para cultivar los talentos y pasiones individuales, que son los verdaderos motores del éxito en la vida.

Quizá una analogía ayude en la comprensión. Supongamos que 10 niños, que nunca jugaron básquetbol, inician su actividad por igual con un entrenador. Al rato, unos niños corren más, driblean mejor, encestan con más precisión que otros. Tuvieron igualdad de oportunidades pero se produjeron diferencias. ¿Hay que presionar al más débil, para que entrene más horas? ¿Permitir que se agrande la brecha? Hagan lo que hagan, se generarán diferencias (pueden cambiar “básquetbol” por “matemáticas” u otra área)

¿Qué dice la pedagogía siglo XX, la de los estándares y expectativas de logro iguales para todos? Si haces lo mismo con todos y les exiges lo mismo, eres justo y les has dado igualdad de oportunidades (así genere brechas y golpee la autoestima del “fracasado”). Es una “igualdad” que legitima la desigualdad y jerarquiza a los alumnos generando enormes tensiones entre ellos.

¿Qué dice la pedagogía del siglo XXI, la que valora y respeta la diversidad? Si planteas retos diversos a todos, en función de las habilidades e inteligencias múltiples, facilitando que cada uno se cultive más en aquello en lo que tiene mayores fortalezas, darás mejores oportunidades a todos. Si cada alumno va a descubrir qué es lo que le gusta, en qué es competente, qué despierta su pasión, eso impulsará su autonomía, creatividad, disciplina, buena convivencia y deseos de aprender. Esa es la locomotora que arrastrará a todo lo demás. En cambio si los alumnos no tienen alegría, se aburren, se frustran y sus sueños de ser “alguien” se extinguen porque no hay quién los comprenda y atienda, el camino al abandono de los estudios, la indisciplina escolar y la rebeldía “sin causa” estarán aceitado.

Lograr una buena educación implica esperar que cada profesor conozca las condiciones de inicio de cada alumno e interactúe con él con las estrategias que le permitan desarrollar al máximo su potencial. Es hora que los padres hagan el giro desde sus demandas a la acumulación de conocimientos insulsos a la del acompañamiento de sus hijos para que descubran su pasión.

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27/07/2016 (LT: Me resultó increíble encontrar en el otro lado del mundo alguien tan afín a lo que he venido sosteniendo hace meses respecto al currículo nacional y la necesidad de que el alumno disfrute de su vida escolar) Roger Schank: “El álgebra es como una religión y no enseña a pensar”. Por Ana Torres Menárguez http://economia.elpais.com/economia/2016/07/26/actualidad/1469530199_692638.html

Experto en Inteligencia Artifical y exprofesor en Yale: «La mayoría de la gente cree que las materias que se estudian en el colegio son las que hay que aprender y eso no es así. El programa académico de los institutos en Estados Unidos fue diseñado en 1892 por el entonces presidente de Harvard, Charles Eliot. Escogió biología, química, física, álgebra, trigonometría, geometría, literatura, historia y lengua extranjera. ¿Te resulta familiar? Esos eran los campos que se estudiaban en Harvard y la intención de Eliot era hacer la vida más fácil a los profesores de esa universidad, garantizando que los alumnos que entrasen lo harían con una buena base. Hoy se enseñan más de 150 programas en Harvard pero en los institutos (LT:colegios) todavía no hay asignaturas de programación o ingeniería medioambiental. ¿Cómo se explica eso?

¿Qué contenidos cree que se deberían enseñar en la escuela? R. Te tienen que enseñar cómo tener una vida mejor y ser más feliz. Sin embargo, el sistema te dicta erróneamente lo que debes saber.

¿Qué le recomendaría a un chaval de 18 años? R. Que se tome unos años antes de la universidad para descubrir todo lo que no le ha permitido el sistema educativo, para que entienda quién es y qué le gusta. Cuando llegan con 23 o 24 años son mejores estudiantes porque saben por qué están ahí. Mientras tanto, cualquier opción es buena: voluntariados en otro país, trabajo o prácticas.

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Roger Schank (Nueva York, 1946) cree que el actual sistema educativo se creó hace más de un siglo para la élite y los ricos; que se ideó para los intelectuales. Critica que en el instituto se estudie la obra de Cervantes o de Shakespeare que, en su opinión, no ayudan en nada a lo largo de la vida, y no se enseñe a saber buscar un trabajo. Su objetivo es tumbar el actual sistema educativo y construir una escuela online global con más de 500 programas académicos que permitan al alumno escoger lo que le interesa.

Sus palabras no serían tomadas en serio de no ser por los más de 30 años que dedicó a la docencia en universidades como Stanford. Considerado uno de los principales investigadores del mundo en Inteligencia Artificial, fue profesor de Ciencias de la Computación y Psicología en Yale y en los setenta se dedicó a investigar cómo educar a los ordenadores para que se comportasen como humanos. Cuando sus hijos comenzaron la escuela cambió el foco de su trabajo; se dio cuenta de que el verdadero reto era descubrir la mejor fórmula para educar a los humanos. A finales de los ochenta creó el Instituto de Ciencias de la Educación en la Universidad de Northwestern, en Chicago.

Hoy ofrece sistemas alternativos de aprendizaje basados en la enseñanza virtual desde su empresa Socratic Arts y dirige Enginees for Education, una organización sin ánimo de lucro que asesora a los estudiantes en la búsqueda de su vocación.

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Pregunta. ¿Cuál es su principal crítica al sistema educativo actual?

Respuesta. La mayoría de la gente cree que las materias que se estudian en el colegio son las que hay que aprender y eso no es así. El programa académico de los institutos en Estados Unidos fue diseñado en 1892 por el entonces presidente de Harvard, Charles Eliot. Escogió biología, química, física, álgebra, trigonometría, geometría, literatura, historia y lengua extranjera. ¿Te resulta familiar? Esos eran los campos que se estudiaban en Harvard y la intención de Eliot era hacer la vida más fácil a los profesores de esa universidad, garantizando que los alumnos que entrasen lo harían con una buena base. Hoy se enseñan más de 150 programas en Harvard pero en los institutos todavía no hay asignaturas de programación o ingeniería medioambiental. ¿Cómo se explica eso?

P. ¿Cree que habría que eliminar contenidos como el álgebra?

R. El álgebra es como una religión, todo el mundo cree que tiene beneficios pero no existe evidencia científica. No te podría decir la cantidad de personas que me han dicho que el álgebra enseña a pensar mejor, cuando no existe ninguna investigación que lo demuestre. Por eso digo que es como una religión; te dicen que Jesús visitó una montaña y, aunque no hay evidencias, la gente lo cree. Una vez terminado el instituto, nadie recuerda esos temas porque son inútiles y el 99% de los adultos nunca los han utilizado. Muchos estudiantes se sienten idiotas por no entender ese tipo de contenidos, genera frustración, hace a la gente llorar e incluso abandonar la escuela.

P. ¿Qué contenidos cree que se deberían enseñar en la escuela?

R. Te tienen que enseñar cómo tener una vida mejor y ser más feliz. Sin embargo, el sistema te dicta erróneamente lo que debes saber. Por poner un ejemplo, estudiar El Quijote en el instituto es un error. No te ayuda ni un segundo en tu vida, más allá de poder mantener una conversación sobre Cervantes. Es un sistema pensado para los intelectuales, pero hoy hacen falta otras competencias, como saber programar o conseguir un trabajo. Es importante ayudar a los niños a descubrir lo que más les gusta y para ello hay que ofrecerles programas abiertos y dejarles que decidan. Si un estudiante quiere ser médico, con programas de realidad virtual se pueden simular operaciones con pacientes reales y así puede descubrir si realmente le apasiona.

P. ¿Cuál es el principal freno para la modernización de la escuela?

El 99% de los adultos no ha usado el álgebra para nada en su vida

R. Siempre digo que todos los problemas de la educación empiezan por p: políticos y padres. Una vez tuve una discusión con el ministro de Educación de Italia porque presumía de ser el único país de Europa que exigía saber latín. Yo le dije que ese era el motivo por el que estaban tan atrasados. Si hablamos de los padres, se echarían a la calle si les decimos que sus hijos ya no van a estudiar trigonometría. Evitan el cambio porque presumen que la escuela que tenemos es la correcta. Que me enseñen la evidencia de que ayuda al mejor desarrollo del cerebro.

P. Universidades como la de Texas, Rutgers o la de Mondragón en México ya están utilizando sus plataformas online de aprendizaje. ¿En qué se diferencian de la metodología tradicional?

R. Soy psicólogo y he estudiado el funcionamiento de la mente toda mi vida. Los humanos comunican mejor las historias reales, son las que recuerdan, por eso las clases magistrales no funcionan. En las conversaciones reales se toman turnos y cada uno de los participantes no suele hablar más de dos minutos. Eso explica por qué somos capaces de mantener la atención. He analizado cómo funciona el aprendizaje y la base es hacer preguntas, intentar hacer cosas, fallar, pedir ayuda e intentarlo otra vez. Es lo que llamamos learning by doing (aprender haciendo) y es lo que hace mi plataforma; simula experiencias que permiten a la gente practicar, identificar qué hacen mal y corregirlo. Nadie quiere ser enseñado. Los niños aprenden solos, simulan construir ciudades con bloques, imaginan cómo ser padres con muñecos y ocasionalmente piden ayuda. En nuestra plataforma se trabaja por proyectos en lo que llamamos Story Centered Curriculum -programa basado en historias-. Tenemos ya uno de análisis de datos y ahora estamos diseñando otro en ciberseguridad.

P. Critica la fórmula de las universidades y sin embargo trabaja con ellas.

R. Tengo que confesarte que ya no queremos seguir trabajando con universidades porque no quieren romper con lo establecido, quieren continuar con las clases magistrales y los exámenes. Ahora nos interesa más ofrecer los programas directamente a grandes empresas que quieren enseñar a sus empleados a hacer bien su trabajo y ponerse al día con nuevas técnicas de análisis de datos. Esta es mi forma de ganarme la vida, pero mi interés real es destruir el sistema educativo.

P. ¿Cómo casa su forma de pensar con la cantidad de años que dedicó a docencia en universidades de élite como Yale?

R. Cuando llegué a Yale, pensaba que era uno de los mejores lugares del mundo para trabajar. Con los años, renuncié como profesor porque me di cuenta de que estábamos generando un perjuicio intentando ir de algo que no éramos. Un docente de Yale es sobre todo un investigador que publica en revistas científicas y da charlas. Su misión es hacer de los estudiantes futuros investigadores y si ellos no quieren serlo, se equivocaron de universidad. Ellos no saben que están en la mejor escuela, pero de investigación.

El sistema educativo en Estados Unidos se ha arruinado por universidades como Harvard, que recomienda ser muy bueno en materias como álgebra o trigonometría para sus pruebas de admisión, basándose en el programa de 1892. Los institutos mantienen ese programa para intentar generar potenciales alumnos para Harvard. Es una fórmula que hace mucho más fácil cribar entre 30.000 solicitudes anuales, pero está desfasada.

P. ¿Qué le recomendaría a un chaval de 18 años?

R. Que se tome unos años antes de la universidad para descubrir todo lo que no le ha permitido el sistema educativo, para que entienda quién es y qué le gusta. Cuando llegan con 23 o 24 años son mejores estudiantes porque saben por qué están ahí. Mientras tanto, cualquier opción es buena: voluntariados en otro país, trabajo o prácticas. En mi país hablamos de sexo, drogas y rock & roll, eso es lo que les toca a esa edad. ¿Alguien cree que tiene sentido pagar 50.000 dólares de matrícula para hacer eso?