Correo 12 08 2016

Un importante desafío para padres y maestros tiene que ver con la comprensión de lo que es un aprendizaje significativo para los niños, y cuán contraproducente resulta enfatizar la instrucción directa y el repaso continuo para recordar hechos. Estas son fuertes herencias del conductismo en la educación, el cual imagina a los niños como receptores pasivos de conocimientos dándoles pocas oportunidades para investigar temas de su interés. Entrenados para sentarse callados, escuchar y hacer sumisamente lo que les señala la maestra, pierden oportunidades para explorar, descubrir y crear. Su éxito y fracaso son monitoreados con pruebas que cuantifican resultados, apelando a etiquetas y premios que buscan que incentivarlos para producir la respuesta correcta que espera la profesora.

Lo más triste del asunto es que todo esto va a contracorriente de décadas de investigación que evidencian -en palabras de Lilian Katz- que los niños son sobreestimados académicamente (con un currículo inaccesible) y subestimados intelectualmente (con escaso retos intelectuales).

Si se reconociera que los niños para aprender buscan comprender el sentido de las cosas se entendería la importancia del aprendizaje holístico y contextualizado. Eso suele ocurrir cuando los niños pasan horas y semanas aprendiendo sobre temas de la vida real, investigando, diseñando, visitando, discutiendo, pensando, lo cual es mucho más significativo que concentrarse en llenar planas de cuadernos y seguir un sílabus impuesto por autoridades que no conocen la realidad específica de cada aula, los niños y sus intereses.

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