El Tiempo 24 09 2016 Diarios Regionales 25 09 2016

El sentido común instalado en los profesores y catedráticos de escolares y universitarios respecto a la oportunidad para la realización de sus trabajos o presentaciones señala que mientras antes terminen mejor, para no lidiar con los apuros de última hora. Sin embargo, la investigación de las personas más creativas e influyentes evidencia lo contrario. Dejar aunque sea un parte de la presentación o discurso para las últimas horas o minutos eleva notablemente el nivel de originalidad e impacto de la presentación. Así ocurría con las obras de Leonardo (especialmente la Mona Lisa), los discursos de Lincoln (texto de la declaración de independencia), el famoso “yo tengo un sueño” de Martin Luther King, y muchos más.

¿A qué se debe? Adam Grant lo investigó y encontró que al dejar las cosas decisivas para el final uno compra tiempo para el pensamiento divergente, habida cuenta que cuando un trabaja con anticipación, usualmente las primeras ideas que surgen son las más similares a las convencionales (Originals, Cap 4).

Cita al psicólogo ruso Bluma Zeigarnik quien demostró que la gente tiene mejor memoria de las cosas que dejó incompletas que de aquellas que culminaron, sobre las que dejan de pensar. En cambio a las incompletas le siguen dando vueltas en la mente lo que facilita que emerjan variantes que no aparecerían en las versiones prematuramente terminadas. Los actores, intérpretes musicales, publicistas, contadores, conocen esto muy de cerca. Las ideas geniales aparecen muy cerca del minuto final, después de haber trabajado días y semanas en un tema.

Ocurre que cuando se deja dormir las primeras ideas postergándolas hasta un mejor momento uno no se desconecta de ellas. Le da vueltas por la cabeza por un tiempo, de modo que cuando aparece la presión del tiempo por terminar, brotan de modo mucho más original que las ideas iniciales.

Una vez más, el sentido común es confrontado y derribado por los hallazgos de las investigaciones de quienes preguntan ¿es realmente así`?.

Me pregunto si la formación escolar tradicional está orientada a enseñarles a asumir dogmáticamente las “verdades oficiales” o en cambio a cuestionar los “saberes” que constituyen nuestros sentidos comunes para comprenderlos, confrontarlos, superarlos y procurar acercarse a la verdad científica de las cosas.

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