«Sí se puede».
Cada vez que planteo algo que choca contra el status quo o los convencionalismos educativos tradicionales, hay un sector de lectores que se entusiasman con la posibilidad de cambiar las cosas que no andan bien, pero no dejan de haber algunos escépticos -a veces inclusive hostiles- que de plano descalifican la propuesta porque no cuadra con su manera de pensar o en su primera impresión piensan que se requerirían replanteamientos que consideran difíciles o imposibles de lograr.
Me estoy animando a crear un segundo facebook que se denomine «Sí se puede» de modo que quien lo visite tenga que decidir previamente si su mindset es el de «no se puede» y así se evite el mal rato de confrontarse con quienes pensamos usualmente en cosas novedosas -que cuentan con el aval de la intuición calificada de quienes trabajamos especializadamente en un cierto campo- y somos partidarios del «sí se puede» si creamos las condiciones favorables.
La primera condición obviamente es la de reflexionar en serio y confrontar lo tradicional con lo novedoso.
Pienso que el «no se puede» nunca fue el estímulo para la innovación, por lo que prefiero que me vean como iluso que como derrotista complaciente con el status quo.