Yo no me visto con la camiseta de la selección de fútbol (León Trahtemberg).

Amigos que sí lo hacen me preguntan por qué yo no. Comparto con ustedes mi manera de verlo porque quizá pueda ser útil para alguna reflexión sobre ciudadanía y educación.

Ocurre que soy muy sensible a los movimientos de masas que le expropian la identidad a los individuos y les hacen desear como propio algo que responde a una manipulación política y/o comercial, como ha sido en el caso de los fascismos, nazismo, comunismo (Corea del Norte, Cuba, China, Qatar) y en el Perú los militarismos especialmente los últimos del velasquismo y fujimorismo (con los famosos sicosociales).

También soy muy consciente que la globalización y quienes la lideran o aprovecha comercialmente procuran una homogenización mental de los consumidores, para que la mayoría desee el último smartphone o cromos del álbum de Panini o la marca de televisores, refrescos, zapatillas o polos que se usarán en el mundial.

Ello nos obliga a desarrollar estrategias de confrontación para resolver qué es lo que realmente responde a una iniciativa nuestra y responde a nuestros valores, y qué es aquello que nos imponen los intereses de terceros.

Sin duda hay cosas que hacemos porque otros de nuestro entorno también las hacen, porque si no sería imposible vivir en sociedad, alimentarnos, cuidarnos la salud, vestirnos, comunicarnos, trabajar, etc. Pero hay algunas cosas que son muy emblemáticas como para ser confrontadas y creo que el caso de las camisetas oficiales de la selección de fútbol es una de ellas.

Recordaba el uso de la afición por el fútbol del que hicieron uso los dictadores Pinochet, Videla, Velasco-Morales Bermudez, Garrastazu Médici y no me siento cómodo. El recientemente publicado libro «La fórmula del gol» de Jaime Cordero y Hugo Ñopo muestran claramente que “si hay un país donde el fútbol puede servir como un instrumento político, es el Perú”. Por lo demás, no puedo aceptar la idea de que si me pongo esa camiseta tengo identidad nacional y si no me la pongo, no. ¿Tan barato se vende la identidad nacional?

¿Alguien pensante realmente puede aceptar que la natural emoción y euforia por estas semanas de fútbol cambiarán en un ápice nuestro ser peruano, que vive con una constante epidemia de corrupción, indiferencia estatal hacia el sufrimiento de su población y polarización política, por falta de políticos, gobernantes y autoridades nacionales comprometidos a luchar por un nueva ética nacional?

Respeto a quienes piensan distinto y creen que la emoción de unas horas con esa camiseta les da una sensación de alegría y peruanidad… pero no me adhiero a ese pensamiento. Como educador pienso que nuestro rol debe incluir una fuerte dosis de confrontación con el mundo externo, en particular con casos emblemáticos, porque es en esa confrontación que se dan las oportunidades para analizar los problemas, tomar posición en función de nuestros valores y actuar como ciudadanos libres y pensantes que procuran afianzar lo que anda bien y cambiar lo que anda mal para construir un Perú mejor para todos.

Por ejemplo hay diariamente cientos de despidos injustificados o arbitrarios, pero se levanta los casos de Lesly Shica en el Midis y Garbeila Eguren en el LUM por ser emblemáticos. Hay cientos de muertes anualmente por feminicidio pero tratar el de Eyvi Ágreda tiene sentido porque resulta particularmente dramático y emblemático. Hay cientos de ejemplos de desavenencias familiares, pero los casos del simbólico fraticidio y parricidio al interior de la familia Fujimori resultan particularmente notorios y emblemáticos. Así como los mencionados, el caso del uso de esa camiseta de fútbol puede ser un lindo tema de discusión en hogares y escuelas, incluyendo el endiosamiento que se hace del fútbol a pesar de ser tan mediocre a nivel de los clubes y tradicionalmente muy masculino, pero que se levanta por encima del voleybol, la tabla hawaiana o las carreras de maratón en las que abundan logros femeninos que no llevan a nadie a ponerse camisetas del Perú.

Creo más en el valor educativo de discutir estas cosas en las clases escolares que cumplir con el acto casi automático de comprar una camiseta ponérselo el día del partido.

Voy a ver los partidos del Perú porque es un tema público, por curiosidad, porque me intriga ver hasta dónde puede llegar el equipo peruano que esta vez se ha preparado con más seriedad, porque me parecen valiosos los análisis que facilitan las analogías respecto a cómo es posible obtener mejores resultados cuando las instituciones nacionales tienen metas claras y se organizan para alcanzarlas. Me alegrarán los triunfos del Perú y lamentaré sus derrotas. Pero para eso no necesito vestirme con la camiseta del equipo de fútbol.

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En el Perú no sería «políticamente correcto» que algún comentarista diga esto, en plena euforia (histeria) mundialista que llega al extremo del culto a la personalidad de Paolo Guerrero. En este caso, dirán que por ser chileno este comentarista tiene un sentimiento anti peruano, etc. Me pregunto ¿no deberíamos aspirar, como sociedad democrática, a que se ventile un abanico de opiniones diversas sobre los temas importantes como este, incluyendo las posiciones minoritarias discrepantes con las corrientes mayoritarias, en aras de la prevención de fanatismos y las «versiones únicas correctas de las cosas», que es la gran enemiga de la cultura democrática? Si no tenemos la capacidad de escuchar posiciones distintas de fuentes diversas, aunque no coincidan con las nuestras personales, algo peligroso nos está pasando. No olvidemos que también en el fútbol, así como en la religión o la historia del Perú, de la manera como se abordan los temas se contribuye a forjar la educación ciudadana democrática de los peruanos. En FB: https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/1765540890213105

Al día siguiente: Lo que tuvimos en la selección nacional de fútbol fue una isla de excelencia en un océano de mediocridad (los torneos, clubes, corrupción y campos deportivos de fútbol peruanos). La prueba de fuego del Perú para convertirse en un merecido actor de alta competencia en el fútbol mundial se dará al día siguiente del mundial. Si el magnetismo de esta selección se convierte en la vanguardia de las acciones orientadas a tener una organización moderna y eficiente del fútbol -con lo cual se le rendirá merecido tributo a las huellas que dejaron- o si todo regresa a la normalidad, como si el ánimo nacional en torno a esta selección nunca hubiera existido, con lo que cada nueva clasificación al mundial será como una nueva lotería

El mundo Mundial 1: La fábrica de ficciones Por MARTÍN CAPARRÓS NYT 11 de junio de 2018 «Es lo que hace: el fútbol es la mejor máquina de ficción que hemos inventado desde que un tal Saulo dijo que un tal Jesús había resucitado, desde que un tal Robespierre insistió en que una república da a sus ciudadanos libertad, igualdad y esas cosas. El fútbol no llega a tanto, pero es un gran fabricante de ficciones».

Contra el fútbol, de todo corazón.En los mundiales la despersonalización llega a su clímax. Entonces todo el mundo, los mendigos sacoleros de las grandes aldeas latinoamericanas y los monjes del desapego de las alturas del Tíbet y el presidente de Francia y el colegio de cardenales, hacen entrega de sus responsabilidades ciudadanas, humanas, y civiles, y se olvidan de todo, mientras la casa se nos cae en pedazos. Y el grito de gooool estremece los cimientos de los edificios hasta el lúgubre Saturno. Y nadie te pregunta como antes, cómo estás, sino cómo van, como si no existieras. El fútbol pertenece a la categoría de las drogas de evasión, como las religiones burocráticas, el opio y la cocaína.Y cuenta (como las religiones burocráticas, el opio, la cocaína) y la pornografía y la guerra, entre las más poderosas multinacionales en la crónica de la criminalidad moderna. Aunque parezca exagerado, así parece: ni más ni menos.

El fútbol según Eduardo Galeano. En «Fútbol a Sol y Sombra»el genial escritor uruguayo regaló, además de relatos riquísimos, su visión de los actores principales del deporte.

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