Cada vez que planteo un shock educativo que permita alcanzar logros notables en el corto plazo pero a cambio de reformar radicalmente los cimientos de nuestro colapsado e inviable sistema educativo, -que es crónicamente incapaz de cumplir los objetivos para los cuales fue creado pero que se siguen enunciando automáticamente año a año por parte del ministerio de educación-, surgen las voces que dicen “no se puede”.

 

Coincido con la respuesta si es que se quiere lograr más usando el mismo modelo vigente. Sin embargo, si se plantease el tema al revés, el resultado sería distinto, y entonces se podría decir “sí se puede”.

 

La pregunta que debería hacerse el gobierno es: si quiero revertir el pésimo estado de la educación peruana y enrumbarla hacia los lugares de vanguardia en la región según los indicadores internacionales vigentes ¿qué debo hacer en los próximos 3 años para lograrlo y cuánto cuesta eso?. Si hay planteamientos convincentes, el rol del gobierno debería ser facilitar los recursos y las normas que lo permitan y lanzarse a la acción. El Consejo Nacional de Educación ha ofrecido una ruta a seguir, aunque sin precisar costos, plazos y metodologías porque eso no le corresponde.

 

Sin embargo, el gobierno nacional (o algún gobierno regional audaz) podría convocar a los más diversos actores de la vida nacional, dentro y fuera del mundo de la educación, y llamar a un concurso de propuestas innovadoras cuya viabilidad sería evaluada por expertos (con un SNIP educativo). Se escogerían entonces las que parezcan más viables.

 

Las propuestas deberían contestar al menos a 4 preguntas: 1) Cómo dinamizar la gestión escolar para que supere rápida y autónomamente sus retos y problemas. 2) Cómo darle un sentido productivo a la formación de los alumnos. 3) Cómo avanzar rápidamente en el mejoramiento de los docentes. 4) Con qué currículo, capacitación y materiales se garantizará un incremento notable en los indicadores de logro, especialmente en comprensión lectora y dominio aritmético de los alumnos.

 

Si hay respuestas convincentes, un “shock educativo” para implementarlas, (con dinero y normas apropiadas), nos sacarían del hoyo en el corto plazo.