Correo 21 02 2020

Las autoridades deberían intentar conectarse con el imaginario de los estudiantes que al observarlas aprenden cotidianamente cómo ser ciudadanos y qué significa vivir en democracia.

Parafraseando lo que deben estar imaginando muchos de ellos y sus padres, que se van sumando a la legión de incrédulos y cínicos respecto a la vida política, sería algo así como “nos engañan, nos quieren hacer creer que gobernar es ocultar razones, manipular, hacernos de tontos, decir A cuando la verdad es B. Tenemos que buscar en las redes y en la sospecha propia las verdaderas razones de sus decisiones. Eso solo refuerza la desconfianza en la autoridad y en el valor de la verdad y transparencia. Con ese trasfondo no nos hablen de valores ni de educación ciudadana. Practíquenla”.

Las explicaciones de los cambios de ministros que hemos escuchado de las autoridades nacionales son difíciles de creer (especialmente la de educación). Otra vez tendremos que esperar a que se filtren las infidencias o las confesiones al interior de las familias y amistades de los renunciados o los que por ahora se quedan en el gobierno como el mejor canal para acercarse a la verdad. Lo que es peor, a falta de explicaciones convincentes cada uno inventará la suya y creerá que es la válida. Me pregunto si este estilo de gobierno puede liderar la lucha contra la corrupción.

Cuando un hijo descubre que su papá o mamá le mintieron, de allí en adelante siempre pensará que en temas sensibles le van a mentir. Cuando una persona le “saca la vuelta a su pareja” de allí en adelante la persona afectada siempre sospechará que sus nuevas parejas le van a sacar la vuelta. Se rompió la credibilidad, la confianza. Se instaló la duda, el temor. Con mayor razón, cuando los ciudadanos sienten que sus autoridades los engañan o manipulan, siempre dudarán de su palabra.

Construir democracia y paz social a partir de la desconfianza en las intenciones y expresiones de cada funcionario o autoridad tiene pocas posibilidades de tener éxito. En ese contexto, la expresión “tolerancia cero a la corrupción” quedará como una expresión vacía, inocua. Se habrá perdido otra oportunidad para darle contenido real a aquello que los curriculistas del Minedu pretenden que los estudiantes aprendan cuando abordan los temas de valores y ciudadanía.

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