Hace un tiempo se publicó una investigación iniciada en 1972 por la Universidad de Carolina del Norte, que rastreó y evaluó la situación de jóvenes de 21 años de edad desde que fueron niños de 6 a 24 semanas de vida, oportunidad en la que fueron llevados a los centros de estimulación inicial denominados “Abecedarian”. Se encontró que a los 21 años de edad, los egresados del proyecto “Abecedarian” rendían mejor en pruebas de inteligencia, tenían mejor capacidad de lectura y habilidad matemática, accedían más a la educación superior, conseguían más empleos que requerían alta capacitación laboral y postergaban más la edad de inicio de la paternidad, comparados con sus pares de similar extracción socioeconómica y cultural pero que no asistieron a estos marcos de estimulación inicial.
Otra investigación más reciente hecha por David L. Kirp, »Lifetime Effects: The High/Scope Perry Preschool Study Through Age 40» (NY Times magazine 21/11/2004) muestra cómo niños con experiencia pre escolar comparados con los que no la tuvieron, conforme avanzaban por su vida estudiantil tenían sistemáticamente mejor rendimiento escolar y universitario: a los 19 años, 66% versus 45% había concluido la secundaria; a los 40 años, 2 a 1 tenían títulos universitarios, 76% versus 62% tenían empleo; los primeros tenían más casas propias, carros y cuentas de ahorro y requerían menos asistencia de programas de beneficencia; ganaban 20,800 dólares en promedio versus 15,300; los varones formalmente casados del primer grupo eran 68% versus 51% del segundo, y los primeros criaban a sus propios hijos (porque había menos divorcios) en el 57% de los casos versus 30% de los segundos.
Estos son solo dos de los cientos de estudios médicos, psicológicos, sociológicos y pedagógicos que aluden al enorme impacto que tiene la estimulación temprana en niños pre escolares de cero a cinco años de edad. Sin embargo, en nuestros países los gobiernos aún no reaccionan frente a estos hallazgos y continúan concentrando su esfuerzo educativo a partir de los niños de 6 años que ingresan a la primaria, y en poca medida en los de 4 y 5 años, dejando totalmente abandonados a los de 0-3 años que se encuentran en las edades más propensas a la estimulación temprana. Es decir, para nuestros gobiernos los niños recién nacen a los 5 años.
Esta desatención determina que el primer grado de primaria se convierta en una oportunidad perdida para iniciar óptimamente la escolarización de los niños peruanos, a la cual pocos le sacarán el debido provecho. La consigna inconsciente parecería ser “dejar que se malogren para después tratar de recuperarlos” en lugar de “empezar cuanto antes, desde que el niño nace”.
No se puede pretender que los niños pobres con 5 años de vacíos en su estimulación inicial, alcancen logros similares a los de los niños que proceden de hogares solventes de nuestra región y mucho menos a los que alcanzan los europeos y asiáticos que están bien atendidos desde que nacen y asisten masivamente a la educación inicial desde los 2 años de edad. Es como pretender que hemos dado igualdad de oportunidades a dos niños cuando colocamos a un inválido al lado de otro sin limitaciones físicas en el mismo punto de partida de una pista de atletismo, para que ambos corran una carrera de 100 metros planos. Es evidente que el primero no llegará a la meta y que el segundo sacará una ventaja enorme desde el primer metro de la competencia. La única diferencia entre un niño pobre y un niño inválido, para seguir con el ejemplo anterior, es que la invalidez del niño pobre usualmente no se nota en su aspecto físico (aunque en algunos casos sí se nota un menor peso y talla respecto a la norma para su edad). La invalidez del niño pobre que no recibió la atención médica y nutricional temprana, ni la estimulación motora, sensorial, intelectual y social, se notará cuando al entrar a la escuela se hagan visibles todos sus retrasos y desventajas frente a aquellos que sí fueron estimulados y atendidos. Los primeros engrosarán la lista de los fracasados y repitentes, incapaces de aprender a leer, escribir o sumar. Los segundos florecerán sin freno hasta post-graduarse en una buena universidad.
Llegó la hora de preguntarnos seriamente, si las prioridades del presupuesto nacional y de la acción del estado están bien diseñadas. Replantearlo requiere de gobernantes con coraje y capacidad de manejar las tensiones políticas que suscitan las medidas difíciles, así como con el ingenio para lidiar con los entrampamientos políticos y burocráticos que podrían derivarse de estas reformulaciones.