El Ministro de Educación Antonio Chang ha establecido que “sólo los profesores que obtengan la nota mínima de 14 en el examen eliminatorio del 9 de marzo, pasarán a la segunda etapa del Concurso Público de Nombramiento de Docentes”. Es decir, serán estos los que se declaren aptos para continuar el proceso de evaluación. Su propuesta se basa en una medida similar que fue establecida previamente para el proceso de admisión a los Institutos Superiores Pedagógicos (ISP) del año 2007, con la intención de seleccionar a los mejores candidatos para formarse como docentes. Analicemos la suposición que sostiene estos planteamientos. Supone que los exámenes de admisión a instituciones superiores universitarias o pedagógicas tienen la capacidad de identificar y seleccionar a quienes reúnen las condiciones de entrada para formarse como futuros buenos docentes. La escala graduada de 0 a 20 identifica con nota 11 a quienes tienen suficientes fundamentos para convertirse en buenos profesores. Sin embargo, en un afán de ser más exigentes, se eleva el piso mínimo a 14 para quedarse con la elite de los postulantes con capacidades suficientes para ser buenos maestros. Todo esto es discutible por varias razones. 1). Hay serias dudas de que las pruebas de ingreso sean capaces de discriminar y definir qué postulantes pueden convertirse en el futuro en buenos docentes. 2). Los postulantes a los ISP que controla el ministerio son similares (y usualmente de nivel más bajo) a los que postulan a las universidades. Los postulantes que ingresan a la carrera de educación en las universidades suelen sacar los puntajes más bajos de toda la escala de admisión, que transformada a la escala 0-20 bordean el 06. Aún así ingresan (como si tuvieran 11 o más) porque se trata de llenar cupos por orden de mérito independientemente de la nota o puntaje que hayan sacado. ¿Cómo es que ese 06 se convierte en “aprobado”? Muy sencillo. Una manera de hacerlo es puramente matemática. Se levanta la curva de notas corriendo la nota mínima 06 hasta llegar al 11 (podría hacerse igualmente hasta llegar al 14). Los que quedan arriba aprobaron. Otra manera de lograrlo es haciendo preguntas más sencillas, de menor exigencia, para que haya más postulantes que aprueben los exámenes. Pero ninguna de esas opciones implica que el estudiante que hubiera sacado 06 y que ahora saca 11 o 14, esté realmente mejor preparado que sus antecesores para hacer una carrera universitaria pedagógica rigurosa y convertirse en un buen maestro. Hagamos la analogía con el atletismo, en la clasificación para los campeonatos nacionales. Supongamos que para asistir a las olimpiadas se exige que los corredores de 100 metros planos tengan registros menores que 10.2 segundos y que ese sea considerado el nivel de suficiencia para ser considerado un buen corredor. Sabiendo que nadie en el Perú llega a esas marcas, el IPD pone como marca mínima 11.5 segundos. Pero como no hay clasificados, sube la marca a 12.5 segundos. Recién allí tiene decenas de clasificados. Entonces, para hacer más rigurosa la clasificación, anuncia que bajará la marca máxima a 12.0 segundos. El comentario del presidente del IPD será: “hemos aumentado la exigencia para la clasificación”. Pero los hechos señalan que se ha elevado la exigencia entre los participantes mediocres que jamás clasificarían para una carrera “en serio”, de nivel mundial en la que competirían con buenos corredores. Solo se ha mediocrizado la selección, aplicado la fórmula “en el país de los ciegos el tuerto es el rey”. Regresando a los postulantes a pedagogía. Si por ejemplo para sacar 11 tenían que saber que 2+2=4 y para sacar 14 tenían que saber que 2×2=4, es verdad que saber multiplicar supone un nivel más alto de conocimiento que solamente saber sumar, pero con preguntas de nivel tan bajo difícilmente se puede pretender seleccionar a los postulantes más idóneos para ser maestros. Por lo tanto, en lugar de anunciar que ahora con 14 tendremos mejores postulantes a la carrera docente frente a los que había antes cuando se sacaban 11, debería verificarse que el examen de ingreso tenga la suficiente exigencia y capacidad predictiva como para seleccionar a los futuros buenos maestros. Si eso se lograra con quienes obtienen nota 11 o más, ya no habría necesidad de poner el piso en 12, 14 o 18. Dejemos de convertir a los números en sinónimo de calidad o éxito. Los números solo son números y no significan nada si es que no sabemos qué tipo de habilidades evidencian tener las personas que obtiene esa nota numérica.