Los indicadores internacionales muestran que en promedio los logros escolares de los alumnos peruanos están 30 años atrasados respecto a los de los países líderes del mundo. Enseñan, además, que ninguna de las costosas reformas educativas consideradas exitosas en América Latina y en el Perú han logrado cerrar significativamente esa brecha. Ha sido inútil la pretensión de los gobernantes de imitar el libreto reformista que han seguido los países europeos o asiáticos, sin contar con similares condiciones de partida.

Las desventajas comparativas con las que llegan los niños peruanos a las escuelas son enormes: la inversión anual por alumno es veinte veces menor que en los países desarrollados; mientras los profesores europeos proceden del tercio superior de la escala socioeconómica los peruanos proceden del tercio inferior; nuestro país no crea teorías educativas o modelos de gestión originales, sino que se limita a copiar los creados en los países del norte, etc.

Si queremos ser competitivos debemos cerrar las brechas educativas, lo que sólo será posible si nos arriesgamos a inventar nuevos modelos y estrategias que reconfiguren el esfuerzo estatal por la educación. Veamos algunos referentes que ilustran la demanda por este replanteamiento en la educación.

A pesar de que el sistema educativo público se creó para servir a los alumnos, las estrategias administrativas y legales estatales están más bien orientadas a satisfacer los derechos y prerrogativas de los profesores (que tienen la capacidad de votar y hacer huelgas). Los derechos de los alumnos de estar en manos de un buen profesor y de los padres a elegir con qué profesionales quieren coeducar a sus hijos no reciben el mínimo espacio ni en la legislación ni en la administración. De allí que la huelga que realizan los alumnos insatisfechos, frustrados y desmotivados es no estudiar y abandonar la escuela.

Los profesores han sido formados en la mayoría de institutos y facultades con criterios pedagógicos del siglo XIX, trabajan con alumnos de fines del siglo XX, y procuran ponerlos en condiciones de ser competitivos en el siglo XXI. Obviamente hay un divorcio entre las necesidades educacionales, sociales y afectivas de los alumnos, la demanda de habilidades del mercado ocupacional y aquellas capacidades que les desarrollan los profesores, que usualmente no están bien formados. La vida escolar ignora totalmente los hallazgos de la investigación educacional del último medio siglo, incluidos los estudios sobre las inteligencias múltiples (Gardner), inteligencia emocional (Goleman) y creatividad.

No hay ninguna relación entre los objetivos propuestos por los currículos escolares o universitarios y los logrados. Es más, ni siquiera se miden los resultados. Se parte del supuesto de que si un profesor pasó por una capacitación, domina aquello en lo que se capacitó, sin que medie evaluación de impacto alguna. Se asume que el egresado de una carrera profesional en el Perú es competitivo con un europeo o asiático, sin que medie acreditación alguna. Se parte del supuesto de que si un alumno egresó del colegio, entonces domina aquello que figura en el currículo escolar. Basta revisar las respuestas de los alumnos a las pruebas de ingreso universitario para descubrir que muchos de ellos ni siquiera dominan los objetivos de lenguaje y matemáticas del cuarto grado de primaria.

Hay, pues, que convocar a las mentes más lúcidas, experimentadas e innovadoras del Perú en todas las disciplinas para inventar el nuevo camino, y elegir un presidente con coraje que siga la ruta innovadora que le señalen. He allí el gran desafío educacional para nuestro próximo presidente.

Artículos afines:

‘Necesitamos una educación más viva y auténtica’: Jennifer D. Klein La experta en educación habla de un modelo del que es pionera: el que cambia materias por proyectos. La diferencia más grande de la educación basada en proyectos es que lo hacemos al revés. Los estudiantes están con el reto desde el primer momento, con la pregunta que quieren resolver. Y el profesor no está anticipando y enseñando antes de que surjan las preguntas; la idea es que los estudiantes hagan su investigación y surjan más y más preguntas y el profesor vaya llenando los huecos cuando aparecen.

¿A quién debemos suspender? (Otros conceptos sobre evaluación y aprendizaje significativo). Si les dejamos opinar, los escuchamos y descubren que sus comentarios son importantes, la evaluación se convierte en aprendizaje