El Estado peruano ha consignado en su calendario anual una fecha de singular importancia: el “Día del Maestro”. Con ello, ha querido rendir un homenaje y reconocimiento a este heroico personaje, portador de la difícil y noble misión de educar. Freud decía hace más de 50 años que habían tres actividades imposibles: gobernar, psicoanalizar y educar. Por supuesto, él no conocía la realidad del Perú. Se refería a la complejidad psicológica que requerían estas tareas y la dificultad intrínseca para alcanzar los objetivos propuestos.

La realidad peruana le agrega a esta tarea ingredientes insospechados para Freud, porque la profesión docente parece haber sido destinada en nuestro país para tener todas las desventajas imaginables: insuficiente formación, malas condiciones de trabajo, escasos estímulos y remuneraciones, crítica permanente, etc. Más aún, se debe hacer cargo de un alumnado pobremente estimulado, mayoritariamente desnutrido, desmotivado, muchas veces procedente de hogares disociados o incapaces de apoyarlo en su predisposición favorable al estudio, con el cual debe desarrollar programas desactualizados y que no responden a su realidad.

La masificación del servicio educativo sin el adecuado respaldo técnico y económico, así como la crisis económica del país, han determinado que los 300,000 maestros peruanos se hayan visto relegados en varias dimensiones de su identidad profesional. Por un lado, es un profesional que gana muy poco. Por otro lado, desarrolla una profesión que no facilita el ascenso social, cultural y económico de quien la ejerce. Además, tiene que lidiar con una serie de problemas que causan el fracaso escolar de los alumnos, – como los descritos antes -la mayoría de los cuales no dependen de él para su solución.. No sorprende entonces que los maestros decepcionados estén abandonando parcial o totalmente el ejercicio de esta profesión, para dedicarse a otras actividades que les permitan obtener mayores ingresos y satisfacciones.

En los últimos años, son miles los maestros titulados que se han retirado. Sus lugares han sido ocupados por nuevos ingresantes a la actividad docente, muchos de ellos con formación muy precaria, con el consecuente perjuicio para los alumnos, que tienen el derecho constitucional de recibir una educación de calidad, a cargo de calificados profesionales de la educación. Ocurre que la educación en el Perú es solo para los fuertes, para quienes tienen sólidas convicciones, ideales e inspiraciones; para quienes son capaces de luchar por sus derechos fuera del aula, sin convertir a los alumnos en los depositarios de su agresión, malestar y sinsabores.

Mi propuesta a los maestros es que continúen en la educación si se sienten capaces de ser innovadores, creadores, de hacer cosas diferentes y romper con el pasado. Trabajen en educación si quieren realizar su vocación navegando contra la corriente, muchas veces solitarios, recibiendo señales de desaliento desde diversos flancos. Trabajen en educación si creen en el Perú, si creen que algún día nuestra visión de futuro será la educación, si confían en que es posible poner en la agenda de los políticos y candidatos la apuesta por la educación. Se necesita mucho coraje para elegir ser educador e ir contra lo establecido, porque sin eso nada cambiará. Si la corriente educacional peruana es obsoleta, el educador debe ir contra la corriente para lo cual requiere tener mucha convicción y mucho respeto por la vida democrática y los cambios pacíficos basados en el poder de la palabra y el ejemplo. Aquellos que quieran limitarse a cumplir una profesión de manera rutinaria, siguiendo solamente las pautas que le han dado sus mentores, están perdiendo el tiempo. Trabajar