Los rankings de universidades se han popularizado cumpliendo el rol de fomentar la transparencia y accountability de las universidades. Los usan los estudiantes, para seleccionar una universidad adecuada, los gobiernos e inversionistas privados para tomar decisiones sobre colocación de fondos e inversiones, las propias universidades para fines comerciales y de publicidad así como para determinar estrategias institucionales sobre captación de nuevos alumnos, mejoramiento de la calidad de sus programas y actividades y promover una cultura de calidad ya que hace públicos los datos de desempeño y políticas internas de las instituciones, para cuidar el prestigio y hacer la planificación estratégica que aborde los aspectos relevantes para el ranking.

 

Los rankings internacionales más conocidos son cuatro. El Academic Ranking of World Universities (ARWU) de la Universidad Jiao Tong de Shanghái, que ordena a las universidades de investigación del mundo según su desempeño en la frontera del conocimiento. Consideran indicadores como el número de ex alumnos o profesores ganadores de premios Nobel o similares; artículos indexados; publicaciones en las revistas y el índice de investigadores altamente citados.

 

El Times Higher Education que publica en el Reino Unido el THE‐QS World University Ranking que clasifica a las universidades en base a su prestigio y desempeño. Se basa principalmente en el reconocimiento de la institución por pares académicos.

 

El CHE Excellence Ranking, elaborado en Alemania por el Centro para el Desarrollo de la Educación Superior (CHE) que publica anualmente Die Zeit, que evalúa las carreras o programas ofrecidos por las universidades de dicho país en un gran número de indicadores. Combinan información subjetiva de encuestas entre estudiantes y profesores con datos estadísticos entregados por organismos oficiales.

 

Finalmente, el America´s Best Colleges Ranking de U.S. News & World Report, que evalúa las principales universidades de investigación de los Estados Unidos según su desempeño en siete categorías, incluyendo el prestigio institucional medido entre pares, la calidad del profesorado y las tasas de deserción (20%).

 

Sobre estos tema trata el boletín de políticas PPES #6 publicado por la Universidad Diego Portales-Chile, dirigido por José Joaquín Brunner en su número de octubre 2009. Allí sostienen que a pesar de la popularidad de los rankings existe un fuerte cuestionamiento de su calidad y fiabilidad.

 

Se cuestiona:

1) Su metodología: mediciones poco transparentes y carentes de objetividad y uso de datos incompletos o poco confiables. Los indicadores empleados y su ponderación varían de un ranking a otro, según las preferencias o los intereses de quienes los elaboran o del tipo y cantidad de datos disponibles. Esta elección arbitraria de parámetros de medición y evaluación le resta objetividad.

2) Presentan una falsa, unívoca, idea de calidad, basándose en datos que favorecen a las universidades tradicionales, orientadas a la investigación y que cuentan con cuantiosos recursos.

3) Los datos utilizados no miden las competencias que adquieren los graduados y con ello el valor añadido de la formación universitaria, sino la calidad de los estudiantes entrantes (y por ende su capital económico, social, cultural y escolar), el prestigio relativo de las universidades y los recursos económicos de cada una.

4) Los métodos de evaluación permiten el uso de estrategias para mejorar artificialmente el desempeño en algunos indicadores.

5) El uso de encuestas entre directores, académicos y estudiantes para evaluar a las universidades y construir rankings produce datos muy subjetivos que pueden verse influidos por los propios intereses de la competencia. Por ejemplo, evaluar mal a sus mayores competidores o demasiado bien a la propia universidad.

 

Estos rankings podrían mejorar y ser más confiables haciendo algunos ajustes.

 

1) Introducir un mayor número de indicadores de rendimiento (output), de modo tal que se asegure que se evalúa el valor agregado de la enseñanza ofrecida. Para ello, aparte de los datos del rendimiento, deberían incluir resultados de encuestas de satisfacción entre estudiantes, aún a pesar de su carácter subjetivo.

 

2) Sustituir los rankings tradicionales, con posiciones individuales de ranking, por categorías o grupos de universidades. Usar como referencia el ranking del CHE alemán que distingue tres grupos de universidades: las del mejor rendimiento, las del peor rendimiento y las de resultados intermedios. Eso permite aquilatar mejor el valor de cada una sin la distorsión de un orden de mérito que incorpora diferencias estadísticas menores. Al usar tres categorías para clasificar instituciones, su ordenación es menos estricta y susceptible a errores.

 

3) Incorporar nuevos elementos en los rankings de modo que se pueda tener la opción de crear rankings individuales basados en criterios que son importantes para el usuario. Es decir, en vez de publicar un solo ranking aplicable a todo y basado en indicadores seleccionados y ponderados por los productores del ranking, ofrecer varios indicadores y posibilidades de combinarlos para clasificar a las instituciones y compararlas entre ellas (leon@trahtemberg.com)

 

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