La joven norteamericana de ascendencia china Amy Chua, casada con norteamericano y profesora de leyes de la Universidad de Yale, cuenta en su artículo del Wall Street Journal del 8 de enero 2011 titulado “Chinese Mothers Are Superior” su deseo de educar a sus hijos norteamericanos al estilo de las madres chinas, porque considera que es superior al estilo de las madres norteamericanas. Ella acaba de publicar el libro Himno de batalla de la Madre Tigre (Battle Hymn of the Tiger Mother) que se convirtió en un best seller mundial.
Según ella más importante que los niños se sientan felices, es que alcancen la excelencia. Chua critica los padres norteamericanos que son excesivamente protectores y engreidotes de sus hijos, y se conforman con pequeños logros en lugar de exigirles alcanzar su excelencia invirtiendo el, máximo esfuerzo
En ese sentido piensa que los padres americanos son egoístas y quieren una vida cómoda ya que es más fácil dejar que los niños hagan lo que quieran que exigirles esfuerzo, dedicación y excelencia
Ella considera que para las madres chinas no hay necesidad de elogiar los logros de sus hijos porque lograr ese nivel de logros esa simplemente su obligación.
Lo que para los norteamericanos puede ser sentido como un trato duro, distante, despiadado en el fondo es una calculada estrategia para lograr que sus hijos alcancen la excelencia.
En libro señala que hay una lista de cosas que sus niñas no deben hacer nunca para asegurarse que sean excepcionales: dormir en casa de alguna amiga, quedar para jugar, jugar en el colegio, quejarse por no hacerlo, ver la televisión o jugar con vídeojuegos, elegir sus actividades extraescolares, sacar menos de sobresaliente, no ser la primera de la clase (salvo en gimnasia y teatro), tocar un instrumento que no sea el piano o el violín, dejar de tocar el piano o el violín.
Amy Chua recientemente aceptada en la Universidad de Harvard insiste en su visión en su artículo “Amo a mi estricta madre china” publicado en el New York Post el 18 de junio del 2011
Allá dice “Tenerte como madre no fue una fiesta –escribe-. Pero ahora que voy a abandonar la guarida del tigre, estoy feliz de que papá y tú me hayáis educado tal y como lo hicisteis” según comenta José A Marina en su blog http://aprenderapensar.net
Marina agrega que resulta llamativo este choque de dos culturas educativas, una centrada en la felicidad del niño y la otra en el cultivo de su excelencia. Agrega algunas citas de expertos en infancia como William Damon, psicólogo infantil director del Manual de Psicología Infantil de la editorial Wiley, que en su libro Greater Expectations considera que la educación indulgente lleva a la incapacidad de enfrentarse al esfuerzo y a la frustración lo que hace que los jóvenes norteamericanos sean extremadamente vulnerables. Otro experto citado es el famoso pediatra Terry Brazelton quien dice que lo que más necesita un niño es ternura, y luego una disciplina rigurosa.
Sin duda, estamos frente a un tema polémico que coloca el foco del debate en la tensión entre la exigencia y la complacencia, junto con la capacidad de tolerar las frustraciones sin deprimirse o rebelarse. Cuando se observan los resultados de los logros de aprendizaje de los asiáticos en PISA muy superiores a los europeos y norteamericanos, se observa que toda esa exigencia produce resultados visibles.
La pregunta que me hago es si los enfoques educativos y vínculos psicológicos padres-hijos que son propios de cada cultura son extrapolables, y si es así, si son aplicables en cualquier momento histórico. Por ejemplo, ¿el contexto cultural y motivacional de la población de un país que ya llegó al estado de bienestar como EE.UU. es equivalente al de otro país como China que está en pleno proceso de ingreso a la sociedad del bienestar? ¿Cuál es el precio que se paga por acentuar el rigor y la excelencia en el trabajo de los niños, especialmente aquellos que tienen alguna dificultad intelectual o emocional?.
El debate recién empieza…
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