Aurora Digital, Israel, 29 12 2011

Aprovechando mi estadía en Israel y a invitación de la Mazkirut del Majón de Madrijim, conduje una charla-conversación en Kiriat Moría el 19 de diciembre con los janijim y bogrim del mazjor 122 que terminaban dicho seminario. Asistieron unos 40 jóvenes de ambos sexos de Argentina, Brasil, Ecuador, Guatemala, México, Uruguay y Venezuela con quienes abordamos el tema «Rol del joven ante el desafío de la vida judía en América Latina».

Siempre es placentero encontrar jóvenes judíos que llegan a Israel a nutrirse en las diferentes facetas de su identidad y formación, para que al retornar a sus comunidades puedan irradiar la visión, valores y actitudes propias de jóvenes sionistas comprometidos con el destino de su pueblo.

Los asistentes obviamente eran una muestra sesgada de la juventud judía latinoamericana, que es aquella con más motivación y compromiso personal. Mayor razón para que las preocupaciones de ellos se vean con luna de aumento porque representan el sentir de los jóvenes más activos y comprometidos.

1) Hay una seria preocupación por el futuro de las comunidades judías tanto por factores exógenos como endógenos. En lo endógeno, la principal amenaza es la saturación judía. En lo exógeno, el atractivo de marcos de actividad juvenil alternativos a los judíos, que se perciben como más atractivos, diversos y estimulantes que los judíos.
2) Hay una sensación de impotencia mezclada con poca claridad respecto a la posibilidad de “hacer algo” para garantizar la continuidad de las comunidades judías y con ello revertir las tendencias al materialismo, la elitización, la segmentación comunitaria, el empobrecimiento del nivel educativo y/o el vaciamiento de lo judío en las escuelas judías, la indiferencia respecto al prójimo judío y finalmente la asimilación.
3) Habiendo comunidades con activistas más ricos que nunca antes, hay menos dinero disponible para temas comunitarios en particular los que atañen a la juventud judía, el “dor haemshej”. Los donantes que donan a la comunidad usualmente no lo hacen a las instituciones -en las que no confían- sino a proyectos que responden a sus intereses o antojos personales o eventualmente a las sinagogas y proyectos religiosos. Otros donantes judíos prefieren proyectos o instituciones fuera de la comunidad judía. (“Afuera es más interesante y rentable que adentro”)
4) Los pocos líderes que son mencionados como referentes comunitarios son personalidades con luz propia, y eventualmente algún rabino, más no los dirigentes formales que pertenecen a las directivas comunitarias, a los cuales los jóvenes ni siquiera conocen.
5) No hay confianza en las instituciones judías y su capacidad de resolver los problemas para las cuales fueron creadas, con eficiencia y sin corrupción. Perciben a los dirigentes formalmente elegidos como aquellos que quieren hacer algo ante la apatía e indiferencia general, pero que el requisito para que tengan acceso a un puesto presidencial es que tengan dinero. Ser dirigente para ser la realización de una ambición personal más que de la vocación por el aporte comunitario.
6) No hay claridad respecto a los valores que inspiran la vida judía de las comunidades. Si bien hay una vaga referencia a la ayuda mutua como expresión de la responsabilidad colectiva judía, no hay mayores precisiones respecto a “qué tiene de judía la comunidad judía”.
7) Consideran que la creciente no asistencia de niños y niñas judías a las escuelas judías se debe a una combinación de factores como el costo inaccesible para muchos, la caída en el nivel educativo general, el debilitamiento del contenido judío, la preferencia por colegios de elite o estatales considerados más prestigiados, etc. Junto con ello, los que sí asisten a los colegios judíos experimentan una creciente saturación social que los lleva a fugar de la comunidad ni bien tienen las posibilidades de hacerlo. En cuanto a los movimientos juveniles, sienten que no tienen apoyo alguno de las comunidades, a las cuales en realidad no les interesa mucho lo que hacen, lo que aumenta la dificultad de activar en ellos. Muchos jóvenes no asisten porque consideran que las alternativas que existen fuera de la comunidad son más interesantes y atractivas.
8) La percepción de Israel sigue siendo muy positiva (por algo están en Israel en el Majón) pero se dan cuenta que hay una enorme carga anti Israelí en los medios de comunicación que erosiona su imagen y el compromiso público de los judíos con Israel.
9) El voluntariado judío es muy endogámico, y en él no hay espacios para el activismo de los jóvenes, algunos de los cuales lo buscan fuera de la comunidad.
10) No tienen claro cuál puede ser su rol para ayudar a revertir todo esto y por lo tanto colaborar en la continuidad del proyecto de vida comunitaria judía.

En suma, en la tensión entre el “afuera” y el “adentro”, va ganado terreno cada vez más el “afuera”. No tienen claro si podrían hacer algo “afuera” para realizarse como jóvenes judíos sin renunciar a su identidad, sino más bien reforzándola. En el “adentro”, exceptuando las inversiones y asistencia a las sinagogas, perciben que no hay confianza ni reconocimiento a las instituciones y dirigentes formales que no tienen el prestigio ni el magnetismo para ser aglutinadores de las energías potenciales y recursos comunitarios. Se reitera el concepto de aburrimiento y saturación judía, y la escasez de oportunidades de realización personal para los jóvenes judíos, especialmente los activistas en los movimientos juveniles.

Discutí con los jóvenes el tema de la saturación judía, usando la figura del matrimonio. Si la convivencia entre gente que se conoce mucho necesariamente conduce a la saturación, todo matrimonio debería terminar en divorcio y todo hijo distanciado de sus padres. Hay diferencia entre verse todo el tiempo y no disfrutar o sentirse ahogado, frente a aquella convivencia en la que hay crecimiento en los vínculos, gozo, disfrute, proyectos y metas compartidas, y convivencia en un ambiente que despierta energías positivas y creativas. El reto inmediato de los jóvenes para su retorno a las comunidades es convertir los movimientos juveniles en ese espacio de disfrute al que lo jóvenes aspiren a asistir, que tenga la fuerza y magnetismo para competir y ganar ante cualquier espacio o actividad extracomunitaria alternativa.

En cuanto a los problemas estructurales de las comunidades de corto y largo plazo, además de buscar espacios para intervenir y ser activos en las dirigencias formales (para intentar orientarlas hacia la agenda renovadora que los jóvenes podrían proponer), les queda seguir trabajando la pregunta “qué puedo hacer yo para cambiar el estado de cosas sin abandonar el marco comunitario”. Si éstos jóvenes inteligentes, motivados, llenos de energía judía, terminan abandonando la vida judía y los esfuerzos por el desarrollo comunitario porque sienten que no hay quienes los escuchen y apoyen, ¿qué nos queda para el futuro de las comunidades?

Me anima escribir este artículo saber que hay adultos judíos, incluyendo no pocos dirigentes y líderes judíos, que se preguntan con frecuencia ¿qué podemos hacer para mejorar la vida judía y frenar la asimilación”. Quizá la lectura de esta reseña comentada pueda ayudarles a poner sobre la mesa algunas pistas para las respuestas a esa pegunta.