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La historia de la educación muestra que Inglaterra, Francia e Alemania han liderado los grandes movimientos pedagógicos de los siglos XVIII-XIX y XX. Sin embargo, en las pruebas internacionales son los asiáticos (Corea del Sur, Japón, Singapur) y angloparlantes (Canadá, Australia, Nueva Zelanda pero no EEUU e Inglaterra) los que obtienen mejores resultados, junto con los países europeos pequeños emergentes en los últimos 30 años (Finlandia, Noruega, Suecia). A eso se agrega que el campeón mundial en iniciativas tecnológicas y start ups es Israel cuya ubicación en los rankings internacionales está distorsionado por la enorme heterogeneidad de la población evaluada. Sin duda, algo tiene que ver ese liderazgo con la cultura judía y la condición de Israel como sociedad educadora. En suma, los que solían ser los referentes están dejando de serlo, pero en buena parte del mundo en especial en América Latina aún no se acepta y se sigue creyendo que los paradigmas del pasado siguen vigentes y en función de ellos se diseñan las actividades de las escuelas judías.

Por otro lado, la educación judía a lo largo de la historia se caracterizó por el deseo de mantener orgullosa y segura de sí misma las diferencias con respecto a la educación general. Pero ocurre que hoy en día, la educación judía más bien se está esforzando por disolver las diferencias y diluir sus particularidades. Junto con ello, hay una gran cantidad de saberes científicos respecto a los alumnos que fugan de sus comunidades judías que no son tomados en cuenta en el diseño de las propuestas pedagógicas.

Por honestidad pedagógica y por la apuesta por una educación judía relevante, tenemos el imperativo ético de recuperar lo judío de la educación judía, así eso signifique navegar contra corriente. De hecho, ese es el reto.

Veamos algunos elementos que están contribuyendo a la caída de la educación judía al menos en América Latina

1). La pérdida de prestigio de la educación judía como educación de vanguardia y la pérdida de atractivo de la educación judía como tal. En el extremo, eso hace que padres no inscriban hijos en colegios judíos o eventualmente que los retiren en algún punto de su carrera escolar. Eso ha ocurrido en Chile, Venezuela, Uruguay, Colombia, Paraguay, Guatemala, Brasil, Argentina y empieza a ocurrir lentamente en países como Perú, Costa Rica y México.
Estas fugas de la escuela judía no se producen de un año a otro sino por disrupciones o borbotones. Se va uno, se va otro, hasta que hay una fuga numerosa y no-matrícula de nuevos niños, debido a que la decisión de sacar a un niño del colegio judío es una decisión con fuerte impacto social, familiar, amistades, por lo que nace de una fuerte frustración y requiere de mucho coraje.

2). Las causas principales tienen que ver con la insatisfacción en varias dimensiones diferentes según la expectativa de cada familia y la realidad de cada alumno.

Desde las familias:
a. Los padres académico-exigentes fugan porque aspiran a colegio «de primera» ven que el colegio judío quiere imitar al americano o inglés ¿para qué necesito la copia si puedo tener le original? El colegio judío nunca podrá competir y ganar al colegio selectivo internacional.
b. Los padres ricos fugan porque quieren que sus hijos vayan al mundo de los ricos (escuela, clubes, casa de playa, viajes, etc.)
c. Los padres pobres fugan porque los descuentos y becas no alcanzan para cubrir los costos de la vida judía

d. Las padres de las clases medias fugan porque perciben que el costo es alto para lo que ofrecen y no toleran la indisciplina de los padres más influyentes (ni la caída de la educación general y del contenido judío)

e. Los padres ortodoxos fugan porque no quieren que sus hijos interactúen socialmente en poblaciones mixtas y quieren más judaísmo.
f. Los padres frustrados con la vida comunitaria judía (que aspiran a valores que no encuentran allí) fugan porque no le encuentran sentido a pertenecer a ella: dirigencia mediocre, corrupta, lo que importa es el dinero, no hay atractivo para militar y participar, etc.
g. Los padres frustrados con la educación judía fugan en rechazo a profesores mediocres, cursos judaicos insulsos, un paso por la escolaridad cuyo resultado es que los alumnos “no saben nada ni de hebreo ni de judaísmo”

Desde los alumnos
a. Los alumnos que se saturan, aburren, siendo una de sus expresiones la rebeldía o el bajo rendimiento. El modelo pedagógico de nuestras bisabuelas, abuelas, padres, nosotros y quizá hijos mayores ya no funciona más desde que apareció Internet
b. Los alumnos que son víctimas de la exclusión y del bullying: no toleran la exclusión nacida de las argollas socioeconómicas o la directa hostilidad social

c. Los alumnos de bajo rendimiento, que no tienen mente privilegiada para las matemáticas o idiomas que están condenados a ser desaprobados o censurados

d. Los alumnos con gran talento en áreas no académicas (Inteligencias Múltiples) que se aburren por falta de oportunidad para cultivar sus talentos
e. Los alumnos que se aburren por las metodologías anticuadas sin TICs
f. Los alumnos aburridos con la saturación social: siempre los mismos, no hay oxígeno para la convivencia social

3). Esta fuga de la escuela judía puede ocurrir durante la vida escolar, pero también puede ocurrir en la siguiente generación a través de la decisión de (no) mandar a sus hijos a la escuela judía.

4). A diferencia del colegio americano o inglés que le puede decir a los padres o alumnos “si no te gusta vete, tengo 100 postulantes más en la cola” y que selecciona a los que más toleran ese tipo de educación, el colegio judío cada vez que pierde un alumno o cultiva uno muy frustrado lo convierte en una potencial pérdida futura para la comunidad.

Cabe preguntar entonces si la escuela judía no puede re-diseñarse para ser un espacio de crecimiento para un mayor público de alumnos judías. Mi respuesta personal es que sí, siempre y cuando aceptemos que las estrategias de fortalecimiento de la educación judía no pueden ser una copia de las que usan los colegios extranjeros especialmente angloparlantes para retener a la élite de la población nacional cuya pertenencia a estas escuela no siempre se debe a razones académicas. Tenemos la oportunidad de crear modelos mucho más innovadores y vanguardistas que hagan de la escuela judía la mejor escuela para atender la heterogénea población judía.

Hay que entender que hay un conflicto de incompatibilidades entre todos los factores de fuga de la escuela judía y el modelo educativo americano basado en contenidos exigibles a todos por igual, accountability, estándares comunes (en temas cubiertos, tareas, trabajos, exámenes, libros leídos), y en general una linealidad que establece que sacar puntajes altos en pruebas estandarizadas garantiza preparación para ingresar a la educación superior y convertirse luego en buen profesional. Por su parte el modelo inglés tiene una estructura y una serie de componentes sumamente rígidos y centralistas que nunca fueron parte de la tradición educativa e interactiva judía, que se orienta más a la técnica del maestro-escultor (que permite que emerja el talento desde adentro) que la del maestro-pintor (que le impone por encima los saberes que el alumno debe dominar).

Asumir que una medición de un estrecho conjunto de habilidades numéricas o verbales refleja el potencial de éxito de un alumno es una tontería. Pero va de la mano con el mensaje de que «todo lo otro» tiene menos importancia. No hay evidencias que eso sea cierto. Más bien lo que crece en cantidad de evidencias es el hecho de que aquel que cultiva sus fortalezas y carácter tiene más logros que el que solo cultivó su inteligencia en esquemas estandarizados.

Si aceptamos esto, el reto de los educadores judíos es imaginar una escuela judía atractiva, motivante, magnética, de vanguardia y sustantivamente diferente a la americana o la inglesa.

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Educación Judía: Educar a Contracorriente