Alumnos, profesores y padres de colegios privados y públicos por todo el país se quejan que los alumnos no aprenden matemáticas. Todo esto coincide con los pésimos resultados de las pruebas que aplica el ministerio de educación a todos los alumnos del Perú en el 2do grado, donde el 90% tiene desempeño insatisfactorio, lo cual se repite año a año desde hace 5 años que empezó esta evaluación. Todo esto tiene además un fuerte impacto vocacional porque los alumnos que desde pequeños odian las matemáticas, rechazan luego las carreras de ciencias, médicas o de ingeniería, porque las asocian con las dificultades que tienen para estudiar matemáticas y ciencias.

Siendo así, estamos obligados a preguntarnos si esto es normal o si algo malo está pasando con el trabajo pedagógico y didáctico en esta área. Yo pienso acá se produce el típico caso del fracaso que surge de combinar el error de creer que “mientras antes, mejor” (empezar demasiado temprano la lecto-escritura y matemática formal en los centros de educación inicial y 1er grado) y por otro lado creer que “si Jaimito o Rosita puede aprender tempranamente, todos los demás deben poder lograr lo mismo”.

Aproximadamente a un tercio de alumnos que son muy maduros y tienen facilidad natural para el razonamiento y comprensión matemática pueden avanzar un poco antes, pero si se usa eso como estándar se perjudica a la mayoría que necesita más tiempo de maduración y más trabajo concreto de manipulación para comprender los conceptos, antes de pasar al uso simbólico y abstracto de números, operaciones y enunciados abstractos en el papel.

Por ejemplo hay muchos niños a los que se les exige aprender los números del 1 al 100 ya en pre escolar, y a más tardar en 1er grado, o inclusive contar hasta 1000. En 1er grado ya tienen que sumar y restar números con dos dígitos. Yo pregunto ¿qué significa para un niño de 5 o 6 años el número 47? ¿Qué puede significar para él sumar 39 + 27? Absolutamente nada; es inaccesible. Por lo tanto, se limita a aprender mecánicamente las reglas de la suma o resta sin entender en absoluto de qué se trata. Por eso no me llama la atención que cuando le pregunto a un niño de 1er grado cuánto es 3 + 5 diga automáticamente 8, pero si le pregunto cuánto es 8 – 5 o “la mitad de 8” se tome muchos segundos para ensayar alguna respuesta (y ocasionalmente acertar). ¿Qué significa que sepa que 3 + 5 = 8 pero no vea que eso equivale a que 8 – 5 = 3? Que no entendió el principio de conservación de las cantidades, es decir, no entendió que si la suma de dos partes da un todo, entonces si al todo le quito una de las partes me queda la otra. O no entendió que si 4 + 4 = 8 entonces 8 es 2 veces 4 y entonces la mitad de 8 es 4.

Para que un alumno domine las operaciones de suma, resta, multiplicación, división (y podríamos agregar fracciones, decimales, potencias y radicación) bastaría que haga mucho trabajo concreto con piedritas, chapitas, cartón, etc. usando solamente los primeros 16 números en 1er grado. Esos números los puede representar con chapitas o palitos y puede regresar a ellos tantas veces lo requiera hasta entender todas esas operaciones. Solamente entonces podrá pasar a la representación simbólica en el papel y podrá razonar cada una de las operaciones sin tener que mecanizarse ni memorizar. Una vez que entendió todo eso en 1er grado, en 2do grado podrá pasar poco a poco a números de dos dígitos hasta el 100 y a la vez podrá ir combinando el material concreto (por ejemplo en formas de unidades, decenas, centenas, objetos de cartón, plástico, ábacos, etc.) con el trabajo con lápiz y papel. Así mismo podrá ir resolviendo problemas con enunciados sencillos hasta agarrar la seguridad necesaria sobre el manejo matemático.

El problema en el Perú es que en el apuro por saltar etapas y avanzar rápido, se perjudica a esos 2/3 de alumnos que requieren más tiempo y trabajo concreto, se incuba el odio a las matemáticas, la baja autoestima del alumno y todo ello va creando un rechazo que se cosechará año a año hasta que termine el colegio.

Nada de eso tiene que ver con que no pueda aprender matemáticas, sino con la frustración producida por el apuro de padres y profesores que aplastan su capacidad de aprenderlas a su ritmo y disfrutar de ello.

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