Aurora, Noviembre 2012
Por León Trahtemberg, educador, Perú
Observo a muchas familias de mi generación conformada por adultos de alrededor de 60 años, hijos de padre y madre judíos, egresados de la escuela judía, educados al estilo tradicional judío no ritualista, -aunque también hay religiosos-, que en promedio tienen 3hijos, dos de ellos casados con pareja judía (uno de ellos luego divorciado), y uno casado con pareja que no es judía de origen.
Posiblemente los expertos en demografía tendrán datos porcentuales más precisos pero para los fines de esta columna el perfil mostrado resulta suficiente.
El hijo o hija que se casó con una pareja no judía tiende a sostener que no ha pretendido renunciar a su identidad judía, sino formar familia con alguien compatible a quien no encontró dentro de la comunidad judía. Después de todo el amor no tienen barreras. Hay casos también de jóvenes muy sensibles a ciertos valores que rechazaron la ostentación y materialismo que encontraban en muchas potenciales parejas. No faltan aquellos que habiendo tenido malas experiencias en su vida social escolar en el ambiente judío, prefirieron buscan su felicidad en otros espacios.
Entre aquellos hijos que se casaron con pareja judía y luego se divorciaron, se puede rastrear un ambiente prematrimonial en el que prevalecían mensajes que parafraseados decían lo siguiente -especialmente en el caso de las mujeres-: “no importa con quién te cases, con tal que sea judío”; “mientras antes, mejor”; “si tiene plata, es un buen partido”; etc. Muchas de las mujeres que sentían ese mandato familiar de tener que casarse cuanto antes, a los 18 o 20 años, aún sin haber llegado a la madurez como mujer y profesional, sin haber intentado nunca mantenerse por sí solas, llegaban al matrimonio en condición de dependientes del marido judío con una relación que estallaba unos años después.
Por supuesto que también hay muchos casos de judíos que han consolidado bien su vida personal y comunitaria judía, que han activado en el medio judío y han encontrado una buena pareja judía con la que han hecho familia y son felices en su situación. Sin embargo, los dirigentes y educadores judíos deben preocuparse no solamente por las historias de éxito (según las expectativas comunitarias judías) sino también por las que no tuvieron éxito desde esa mirada. La pregunta es ¿qué ruta de análisis es relevante para esos casos de padres que de 3 hijos vieron casarse a 2 con una pareja judía y el tercero no?; ¿Preguntarse qué hicieron bien, desde el punto de vista judío?; ¿Preguntarse qué hicieron mal?
Yo parto del principio de que el común de los padres normales quería y quiere lo mejor para sus hijos, y procura educarlos para que tengan éxito en la vida, sean sanos y felices. En cada generación han seguido los paradigmas de la educación judía vigentes para esa generación. Lo que quizá hay que hacer es preguntarse si los paradigmas que fueron los correctos para la continuidad judía en generaciones atrás siguen vigentes para hoy. En particular, aquellos que proponían una visión lineal de la educación judía que decía que si vas al colegio judío, cumples las festividades judías, activas en el movimiento juvenil, visitas Israel, y no te juntas con no-judíos tienes garantizado el encuentro de una pareja judía para el matrimonio y con ello garantizas la continuidad judía. A todas luces ese paradigma lineal ha demostrado ser inadecuado para hoy y hay que entender la elección de una pareja judía para el matrimonio y su continuidad en el tiempo como algo probabilístico. Siendo así, hay que partir del reconocimiento de que hay varios resultados posibles para ese modelo educativo y si se quiere favorecer uno de ellos se requieren condiciones favorables a las cuales deberían avocarse las familias y las comunidades judías.
En particular hay asuntos críticos a revisar. En nuestros tiempos la consigna defensiva
“no te juntas con no-judíos” tiene varios inconvenientes. Primero, que es casi imposible habida cuenta que si las personas se casan hacia los 30 años inevitablemente en la educación superior o el trabajo van a estar rodeadas de no judíos. Segundo, porque ya la psicología ha mostrado hasta la saciedad que una postura defensiva “no hagas algo” no se transforma automáticamente en “haz lo contrario”. Tercero, porque en estos tiempos “no te juntes con” es percibida como una propuesta jerarquizadadora en la que aunque la intención del enunciado se limite a reclamar el derecho a respetar las diferencias, muchas veces es interpretado de modo discriminatorio, como que “los judíos se creen superiores”. Cuarto, es precisamente la experiencia de convivir con no judíos la que permite afirmar el valor de su identidad y e respeto a las diferencias, cosa que no ocurre cuando un siempre está rodeado de judíos. En suma, el buen judío es el que sostiene su identidad tanto en un ambiente judío como en el no judío.
Por último, si uno se forma como judío solamente por no conocer ni interactuar con no judíos, ¿qué tipo de identidad es esa? ¿qué va a hacer cuando inevitablemente le toque interactuar con no judíos?
Cuando uno plantea estas cosas, hay voces que dicen “qué horror”, “están facilitando la asimilación”, etc. Me pregunto en qué resuelve eso la creciente tendencia de los hombres y mujeres judíos a buscar respuestas para sus distintas necesidades de vida personal y social fuera de la comunidad judía.
Investigación afin en Argentina
Basado en 130 entrevistas en profundidad a familias de Buenos Aires conformadas por parejas de matrimonio mixto de judío con no judío, «Dos que se eligen» representa el primer estudio que indaga en profundidad sobre esta temática en la Argentina.
“Matrimonio mixto” o, más comúnmente, “casarse con un/a goy”, ¿cuántas veces hemos escuchado estas expresiones en nuestras familias o nuestras comunidades sin que normalmente estén seguidas de un tono catastrofista? El matrimonio mixto es visto por muchos dirigentes comunitarios y líderes religiosos como la principal amenaza hacia la continuidad del judaísmo. Más aún, es vivido por muchas familias judías como una verdadera calamidad, un quiebre con la tradición. Y sin embargo, es una realidad cada vez más presente tanto en nuestro país como en el resto del mundo.
En Argentina, muy poco se sabe sobre este fenómeno, más allá de los datos estadísticos aportados por el Estudio de Población Judía de Buenos Aires, publicado por la oficina Latinoamericana del Joint en 2005. Se sabe aún menos sobre las motivaciones y experiencias de vida de las personas implicadas.
Basado en 130 entrevistas en profundidad a familias de Buenos Aires, «Dos que se eligen» representa el primer estudio que indaga en profundidad sobre esta temática en la Argentina.
Los testimonios y la forma de historizar los recorridos personales dan cuenta de la diversidad a través de la cual cada individuo se enfrenta con su propio sentido de identidad, a la vez que permite comprender con mayor profundidad los numerosos desafíos en torno a la exogamia.
El mérito del estudio de Ezequiel Erdei es el de escuchar a quienes optaron por esa vía y analizar los por qués y los cómos. ¿Cuáles son sus historias de vida? ¿Cómo fueron sus experiencias dentro de las instituciones judías? ¿Por qué decidieron casarse con una persona no judía? ¿Qué desean transmitirle a sus hijos e hijas? ¿Se sienten identificados/as con lo judío? ¿Les gustaría participar junto a su familia de instancias comunitarias?
Con la publicación de este trabajo, el Joint pretende generar una reflexión profunda que esperamos sea fructífera para el conjunto de las instituciones judías, ya sean religiosas, culturales o socio-deportivas en estos tiempos sumamente complejos. Deseamos que el estudio sepa enriquecer el debate en torno de una temática hasta ahora poco tratada.