Perú estuvo cerrado a la inmigración judía. Por León Trahtemberg, Lima-Perú

En Aurora Digital 29 06 2015

Mucha gente reconoce que el Perú es un país multicultural con una población muy amistosa a la convivencia con inmigrantes de diversa procedencia (aunque no tanto con los afro-descendientes e indígenas). Los judíos peruanos y extranjeros residentes en el Perú se sienten muy cómodos, no perciben discriminación ni antisemitismo, y ya se han acostumbrado a las ocasionales expresiones hostiles producto de la asociación entre el pueblo judío y el estado judío, ya que las acciones de fuerza de Israel en relación a Gaza o los palestinos no suelen ser bien entendidas ni difundidas equilibradamente por los medios.

Lo que no se conoce mucho, es que al igual que ocurrió con Estados Unidos y otros países que hoy aparecen como amistosos y empáticos con los judíos, hay una historia de antisemitismo oficial de los gobernantes y cancillerías peruanas del pasado que merecen ser conocidas. En el Perú hubo un claro divorcio entre el sentir amable y amistoso de población y la actitud hostil de gobernantes y la cancillería durante el crucial oncenio 1938-1949. Si bien hubo una aislada excepción con el gobierno del Presidente Bustamante y Rivero (1945-1948), alcanzó para tener una actitud favorable hacia la creación del Estado de Israel más no para modificar sustancialmente las políticas restrictivas a la inmigración que eran dominadas por la burocracia del ministerio de Relaciones Exteriores y Migraciones.

En el equipo de Bustamante y Rivero había figuras destacadas en favor de la Partición de Palestina como el canciller Enrique García Sayán, el Presidente del Senado y Vice-Presidente de la República Dr. José Gálvez Barrenechea (Presidente del Comité Peruano Pro Palestina Hebrea) y sobre todo el excepcional presidente de Relaciones Exteriores del Senado Dr. Alberto Ulloa Sotomayor, quien presidió la delegación peruana en las asambleas de la Organización de las Naciones Unidas entre 1946 y 1948, cesando luego con el golpe militar del General Manuel A. Odría. Esto explica por qué Perú fue tan favorable a la Partición como miembro de la UNSCOP y en la votación de la ONU el 29/11/1947, pero fue uno de los últimos en reconocer al Estado de Israel (1949) porque los meses de 1948 fueron de enorme inestabilidad interna que derivaron en el golpe militar de Manuel A. Odría el 1ero de noviembre de 1948 que quedó en el poder por 8 años hasta su derrota electoral en 1956. Con Odría el Gobierno y la Cancillería volvieron a actuar con el filo antisemita vigente antes de 1945.

El Gobierno de Oscar R. Benavides entre 1933 y 1939 paulatinamente fue girando hacia posturas de oposición a la inmigración de judíos al Perú, producto del ambiente antisemita de la Cancillería y de la influyente Iglesia Católica cuyos primados Pedro Pascual Francisco Farfán de los Godos Pascual (1931 a 1945) y Juan Gualberto Guevara (1946 a 1954) fueron hostiles a la inmigración de judíos al Perú. Este último conocido por su oposición a que la comunidad judía del Perú aceptase adoptar a 200 niños huérfanos del holocausto que a los que el Congreso Judío Mundial estaba tratando de encontrar refugio.

Un documento clave para ilustrar esta posición del Perú es la circular reservada de la Secretaría General de la Cancillería Peruana dirigida a todos los cónsules peruanos en el mundo por encargo del Ministro de Relaciones Exteriores Carlos Concha Cárdenas el 9 de setiembre de 1938. En sus párrafos cruciales dice

“En el Perú no existe disposición alguna que prohíba la inmigración del elemento judío, pero se ha hecho necesario adoptar medidas eficaces para detener su ingreso al Perú, por cuanto la mayor parte de ellos cuando logran establecerse en el país, desplazan al elemento nacional de actividades y de situaciones que constituyen la base para su bienestar económico. Además de estas razones existen otras de orden social, que abonan la necesidad de poner un atajo a la inmigración judía al Perú, que, si bien no ha sido muy crecida hasta el presente, denota ahora una marcada tendencia a acentuarse, lo que es necesario evitar.
En consecuencia, cumplo instrucciones del señor Ministro del Ramo al manifestarle que debe usted negar la visación de pasaportes, aunque fuera para clase de turistas, agentes viajeros, etc. a los individuos de cualquier nacionalidad y cuyo origen judío se reconozca por ese Consulado en razón de los nombres que lleven, de las señales étnicas que ostenten o de cualquiera información verídica que pudiera haber llegado a su conocimiento. Desde este momento, pues, los Consulados de la República en el extranjero deben considerar prohibida sin excepciones de ningún género la inmigración judía al Perú”.

Esta política se mantuvo intacta luego durante el gobierno de Manuel Prado (1939-1945) cuyo canciller Alfredo Solf y Muro tuvo una lamentable actuación que ha sido recordada recientemente cuando Yad Vashem otorgó el título póstumo de «Justo de las Naciones» al diplomático José María Barreto en reconocimiento a su contribución para salvar judíos en Suiza durante la Segunda Guerra Mundial.

Siendo Cónsul General de Perú en Ginebra había autorizado 27 pasaportes nacionales a 58 judíos – entre ellos 14 niños – por petición del Comité para la Protección del Refugiado con el objetivo de salvar la vida de las personas en los campos de concentración alemanes. Cuando en el verano de 1943 la policía sueca le pidió a la Embajada Peruana que explique el asunto de un pasaporte peruano otorgado a un peruano judío llamado Gunther Frank, enterado del tema el Ministro de Exteriores peruano ordenó la cancelación de los pasaportes, cerró el consulado peruano en Ginebra, despidió al cónsul Barreto de su cargo y lo expulsó de la Cancillería peruana.

Como vemos, si bien vivimos épocas de cordialidad nacional hacia los judíos en el Perú eso no nos exime de estudiar nuestra historia y de pedir cuenta aunque sea de modo retroactivo a aquellos que aún ya fallecidos llevaron a cabo vergonzantes políticas y decisiones antisemitas, entre los cuales se cuentan gobernantes, políticos, funcionarios de relaciones exteriores y migraciones, y la jerarquía de la Iglesia Católica de esos años.

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