Correo 05 07 2019

Anoche viendo el partido de fútbol entre Argentina y Brasil me dejó perturbado un comentario de uno de los narradores, frente a un jugador brasilero golpeado retorciéndose de dolor en la cancha, diciendo algo así como «ojalá que esté lesionado para que no juegue contra el Perú»…

Como he postulado tantas veces que la educación en valores y la formación ciudadana se cultiva en todos los espacios de la vida pública y no solo en la escuela, y que los medios tienen un impacto muy potente en este campo, me dejó pensando varias cosas. 1) ¿Es un valor desear el mal al rival? 2) ¿Es una muestra de calidad o capacidad desear que el contrincante esté disminuido para así uno poder ganarle? 3) ¿Es ese el tipo de «fair play» que quisiéramos para el deporte peruano? 4) Si el jugador lesionado fuera su hijo y la lesión lo saca de carrera ¿pensaría igual? ¿Dónde está su empatía? y tantas preguntas más que se le vienen a uno a la cabeza cuando desenrolla madejas como estas…

Quise hacer de esta observación un detalle para pensar en él porque representa uno de tantos otros cientos de detalles que rodean la vida de niños y adultos en el Perú, de quienes aspiramos a que se comporten como ciudadanos democráticos de bien, capaces de pensar, actuar y convivir animados por el propósito de procurar el bienestar común, para lo cual estos detalles evidencian la inviabilidad de tal cosa si no hacemos todos, desde el rol que nos toque, un esfuerzo por ser justos, empáticos y solidarios con el prójimo. Y si eso no incluye al deporte, especialmente al que despierta las mayores pasiones y que no pocas veces se usa como paradigma de vida saludable y disciplinada, algo anda mal en nuestra manera de actuar que debe ser rectificado.

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