Frente al “cargamontón” pro-reducción de pensiones escolares que llena los medios, quisiera dedicar esta columna a explicar mi pensamiento con lo que quizá contribuya en algo a mirar el otro lado de la moneda

1) Cuando los padres pagan la mensualidad de marzo del colegio, no pagan el costo del servicio educativo marzo. El costo de operación anual del colegio incluye 15 sueldos de todo el personal, más beneficios sociales, más administración, más servicios anuales (legales, contabilidad, seguridad) etc. Todo eso se divide entre 10 pensiones más una matrícula, por lo que la mensualidad de marzo (o cualquier mes) no corresponde al costo del mes sino a la parte proporcional del costo de operación anual.

2) Los que padres que matriculan a su hijo o hija en un colegio, contratan el servicio educativo anual que se paga por partes en los meses entre marzo y diciembre.

3) Si no hay la opción de la educación presencial por razones de imposibilidad física y normativa, y toda la operación escolar migra a hacerse a distancia, los únicos costos directos que se reducen son luz, agua, gas y algún material de consumo en el aula y oficinas del período de suspensión (monto que posiblemente no llegue al 5% de esa porción mensual)

4) En ese contexto, el costo de operación del colegio, en términos reales, posiblemente sea inclusive mayor al pactado, porque al costo adicional de los sistemas informáticos, internet, licencias, software y equipos que se tienen que adquirir (no previstos a principio de año) habría que agregar las horas extras de profesores y administradores que hoy trabajan largamente más que antes porque esa es su contribución no tangible al cuidado de los niños. Ese mismo personal que hoy está sujeto a despidos o reducción de sueldos por menores ingresos a la caja.

5) En cuanto a una reducción general de pensiones, termina afectando la calidad y continuidad de la educación de los niños, porque la reducción de personal docente y salarios impactará en el servicio.

Supongamos que se descuenta 20% a todos. Los padres que tienen ingresos no afectados por la crisis pagarán menos de lo que tenían previsto, pero los padres que no puedan pagar porque se quedaron sin trabajo o ingresos no podrán pagar ese 80% que se acordaría para todos por igual, ya que la falta de ingresos no les permitiría pagar en muchos casos ni siquiera el 50%. Esos padres, o se retiran del colegio o reciben descuentos, becas, reprogramaciones, todo lo cual requiere que el colegio tenga ingresos para no afectar la continuidad operativa del colegio. Ese 20% de descuento general se convierte en promedio en 30-50% de menos recursos para la caja del colegio, con lo cual luego de dos meses tienen que cerrar, despedir profesores o descontar salarios, regresando al problema antes descrito de afectar la calidad y continuidad del servicio de todos, incluyendo a los que pudiendo pagar están pagando 20% menos que lo pactado.

6) Agreguemos a esto que los colegios responsables van a tener que lidiar incrementalmente con dos temas muy serios: 1) la salud mental de profesores, sobre exigidos, que tiene que lidiar en el mismo espacio y tiempo con sus hijos en edad escolar y con sus roles docentes con terceros, y si tienen bebes o padres que cuidar en casa hacerse cargo de ellos, porque no deben salir de casa. No pocos profesores sobre estresados, que encima verán reducidos sus remuneraciones, irán colapsando psicológicamente a los largo del año (basta escuchar a los especialistas en salud mental en el contexto de la epidemia). También habrá profesores que se enfermarán por el coronavirus. En su tiempo de descanso médico o psiquiátrico los colegios deberán contratar reemplazos, lo que significará un costo adicional.

7) En suma, la reducción universal de pensiones no solo no resuelve el problema de los que no pueden pagar, sino que afecta a los que sí pagan y por encima de todo, pone en jaque la continuidad de la actividad escolar óptima posible ya que afecta a todos sus integrantes. Por eso es que la mejor opción para este año en el que la educación a distancia es la única posible y requiere que los colegios operen a capacidad plena, es dejar de lado el debate sobre que la educación virtual es de menor jerarquía que la presencial y por lo tanto debe corresponder a una pensión menor, y más bien apelar a la tan mentada cultura de valores que comprenden la generosidad y solidaridad que demanda el bien común en los que los padres aspiran que se eduquen sus hijos. Que quien puede pagar pague lo que se comprometió a pagar a principio de año, y quien requiere ayuda la solicite caso por caso a la administración de los colegios.

8) Por último, si los padres que no pueden pagar ese 80% del ejemplo se retiran del colegio, harán un hueco mayor aún a la caja, con lo que el servicio que recibirán los alumnos que se queden en el colegio se afectará más aún.

9) Por todo lo dicho, si de verdad creemos en una visión comunitaria de la via escolar, y creemos que en la experiencia escolar se construyen los valores más aspirados como la solidaridad, generosidad, búsqueda del bien común y justicia social, el tema de las pensiones escolares también debería mirarse desde ese prisma.

Cada vez que escribo estas columnas de temas complejos procurando hacer mi aporte como ciudadano peruano a que los lectores entiendan de la mejor manera posible los aportes de la educación privada, al lado de lectores que entienden e identifican la racionalidad de mis explicaciones, no faltan aquellos -muchas veces desde el anonimato- que reaccionan agresivamente atacándome a nivel personal, ético o sosteniendo que eso lo escribo porque quiero defender el lucro desmedido de la educación privada (buena parte de la cual, dicho sea de paso, tiene fines confesionales o cooperativos más que lucrativos).

Pero yo parto del principio de que cuando los padres escogen un colegio privado para coeducar a sus hijos es porque han tomado una decisión meditada y sensata sobre la confiabilidad que les merece tal institución y que sería altamente inconsistente matricular a sus hijos en colegios en cuya gestión no confían.

A mis 68 años, estigmatizado como vulnerable candidato a la pena de muerte si salgo de mi casa y me contagio con el coronavirus, si alguien cree que lo que digo es porque quiero obtener algún beneficio personal sacrificando la educación de nuestros estudiantes, es preferible que cuide su salud mental y la mía, y se aleje de todo aquello que digo en las redes o medios.

No escribo para polemizar con nadie. Ocurre que se ha escrito muchísimo en el sentido opuesto al mío, lo he leído con detenimiento y he sentido un vacío que he considerado oportuno ayudar a llenar exponiendo estos puntos de vista que quizá ayuden a mostrar algunas facetas no consideradas. Si alguien siente que le resulta útil, lo celebraré.

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