Ya sabemos que lo “políticamente correcto” para los candidatos es decir que no creen en las encuestas cuando les va mal, y usarlas como publicidad cuando les va bien, así que su opinión no nos sirve (como en tantas otras cosas que dicen aquello que jamás cumplirán). El rol entonces de los ciudadanos no es asumir como cierto lo que dicen los candidatos, sino destilar qué valores, actitudes respecto a los demás y capacidades de decisión y ejecución parecen evidenciar a través de su trayectoria y comunicaciones públicas, como para sospechar cuál sería su rol como gobernantes o legisladores.

Lo mismo se aplica para las encuestas, me refiero a aquellas que son reconocidas como serias por la comunidad académica y no las que usan el nombre “encuesta” para introducir fake news. La pregunta de esta columna es si nosotros creemos en las encuestas serias, por qué y para qué.

Yo sí creo en las encuestas serias primero, porque quiero creer. No siendo una verdad científica, creer es una manera de aproximarse a lo desconocido, como cuando un empresario o banquero creen que el valor de una acción subirá, o cuando un enfermo cree que se va a curar rezando o tomando invermectina.

En segundo lugar, porque aunque soy consciente de que mi wishfull thinking está interviniendo en mi lectura de las encuestas, será orientadora de mis preparativos para lo que viene. Por ejemplo, si mi candidato preferido está en el pelotón de los perdidos y no renuncia, porque mantenerse en escena le permite acumular pantalla gratuita para usar en el futuro y a la par no dejar sin piso a sus candidatos al congreso, entonces escojo a otro. Elijo al que se acerque más a mi creencia de que encarnará los valores, actitudes, conductas y acciones que esperaba de mi candidato original.

En tercer lugar, porque en mi particular lectura de las tendencias (hasta el viernes/sábado previo a las elecciones en el que las encuestas circulan privadamente) las encuestadoras serias no están tan alejadas de la realidad. Por eso es que espero al último día para decidir por quién votaré por presidente, para reducir el margen del voto perdido. En el caso de los congresistas es un poco distinto, porque dado que serán muchas las bancadas que logren pasar la valla electoral, en ese caso sí siento que mi voto preferencial puede tener más peso en el resultado final de la composición del congreso.

Pienso que muchos de quienes atacan a las encuestas tienden a descontextualizar las fotografías del momento sin incorporar el análisis de las tendencias. Es como si yo tomara una foto de la luna (nueva) el 13 de marzo y otra el 21 de marzo (cuarto creciente) y sostuviera el 28 de marzo que ambas están fotos están truqueadas, porque la luna está llena.

Acepto que hay argumentos en contra de las encuestas y encuestadoras que tienen peso. Lo que pretendo con este post, es que dado que he venido publicando una serie de columnas de opinión sobre ciudadanía, educación y elecciones, me pareció que podría ser relevante colocar también una sobre las tan discutidas encuestas. Dado que están allí, en la escena pública, se trata de que reflexionemos sobre nuestras actitudes en relación a las encuestas y la manera como cada uno escoge a sus candidatos a presidente y legisladores, para que dentro de nuestras convicciones, sean elegidos los que pueden ser más beneficiosos para procurar el bien común de nuestra nación.

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