La discusión post-filtración de pruebas y respuestas correctas que se aplicaron a 250,000 maestros titulados que esperaban ser nombrados se centró en la parte delictiva del asunto, dando por entendido que de no haber ocurrido la filtración la evaluación hubiera sido adecuada. Sin embargo, creo que no debería perderse de vista que esa forma “prehistórica” de evaluar méritos docentes requiere una profunda revisión.

Se sigue pensando que una evaluación justa y equitativa para identificar la calidad de un profesor es aquella que se deriva de pedirle a todos los 250 mil que marquen la respuesta “correcta” que espera el evaluador entre 4 ó 5 opciones al contestar preguntas escritas descontextualizadas y extra-aulas sobre matemáticas, lectura o la normatividad sectorial (Prueba Única Nacional PUN). Si no alcanzan un “puntaje aprobatorio” son eliminados del concurso. Resulta entonces que el ministerio, que no es un centro de estudios o investigaciones educativas, se pone por encima de las universidades -que sí lo son- para determinar quién “aprueba” y quién no los “conocimientos básicos” requeridos para el ejercicio docente. De paso establece que no aplica para los maestros la evaluación que el ministerio plantea como correcta para los alumnos, que es la evaluación que se centra en el proceso y no solo en el resultado.

Es retrógrado asumir que con una sola oportunidad de evaluación con un resultado producido por un software informático se pretenda establecer quien tiene las características personales, sociales, emocionales, académicas, colaborativas y tecnológicas requeridas para el buen ejercicio docente.

Además de esa inconsistencia en la concepción de evaluación, se llega a otro absurdo: a los mismos profesores que han sido contratados y tenido a su cargo alumnos “en nombre de la nación” por varios años, se les considera “ineptos” para ser profesores nombrados si no marcan las respuestas a estos exámenes al gusto del evaluador. Me pregunto si cuando el Minedu contrata consultores o funcionarios les piden como requisito previo que aprueben exámenes de este tipo para saber si son aptos…

Durante la pandemia hemos visto a esforzados maestros nombrados y contratados por igual haciendo lo indecible para mantener el vínculo con los alumnos, utilizando todo tipo de estrategias imaginables, esforzándose por llegar a todos ellos por teléfono, visitando sus casas, yendo a plazas comunales, duplicando sus horas de trabajo en casa a la par que atendían a sus propios hijos en sus necesidades escolares, adaptándose a las circunstancias más adversas en aras de realizar su vocación docente y su responsabilidad frente a esos niños… ¿cómo se aquilata y evalúa eso? ¿Mediante esa prueba anónima escrita online igual para todos y que sin conocerlos de un solo plumazo descalifica a decenas de miles?

Creo que es hora de imaginar formas de evaluación más justas, que tomen en cuenta el desempeño continuo del docente en el aula y la opinión del director y los padres de familia que lo han visto desempeñar sus funciones por varios años, considerando su carisma, entusiasmo, empatía, dominio de las áreas que enseña y capacidad de motivar a los alumnos y vincularse afectivamente con ellos, para efectos del nombramiento en ese colegio en el que fungieron de contratados al cabo de un par de años. Por ejemplo. Si un maestro fue contratado por un colegio que evaluó a varios candidatos que deseaban cubrir una plaza y tiene evaluación positiva de la comunidad escolar con la que trabaja por tres años consecutivos, debiera ser nombrado en ese colegio que lo ha evaluado positivamente, por haberlo visto en la cancha durante los años completos, en vez del absurdo examen escrito informatizado universal. De esa forma es poco probable que ese maestro no sea el adecuado para el colegio; pero, si por alguna razón ese colegio elige mal al contratado, será el mismo colectivo el que tenga que hacerse cargo del error y aprender de ello.

En el caso de los profesores ya nombrados que desean ascender, una combinación de la evaluación de su desempeño a cargo de la comunidad escolar sumada a la que hagan las universidades acreditadas por el Minedu para quienes asistan y aprueben rigurosos cursos de actualización docente, evidenciará mucho mejor sus méritos para ascender que esas formas tan rígidas e impersonales que usa el Minedu que no puede monitorear la continua labor docente en el aula.

Estas fórmulas que describo son solo un ejemplo de muchas otras que podrían surgir en el debate. Lo que no puede faltar es ese debate, porque la fórmula existente no parece responder a una visión moderna de lo que significa evaluar el desempeño de un profesional.

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